Si tienes mucho dinero, se ve en tu cara, porque está ocultando el rostro real. Si estás en algún asunto político, la política aparece por ahí.
Un maestro zen no es un maestro religioso ordinario. No es un sacerdote, ni un papa. No cree en la jerarquía. Lo que quiere es verte directamente y que tú le veas de la misma manera. No quiere que nada se interponga entre los dos.
Cuando te identificas con lo que haces, político, por ejemplo, el "político" es un gran impedimento que no permite la comunicación entre tú y el maestro.
Cuando eres "político" no puedes estar relajado. Estás tenso. Cuando eres "político" no estas dispuesto a escuchar, estás dispuesto a ordenar. Cuando eres "político" no te inclinas ante nadie.
Un maestro zen no forma parte del mundo formal, y por eso es maestro zen. Vive fuera de la sociedad. Es un pasota, un rebelde.
No se preocupa de tus formalidades, porque la mentira continúa existiendo gracias a las formalidades, al igual que el ego.
La vieja mente debe dejarse fuera del templo; debe entrar como una pizarra limpia. Debe entrar en el templo como un niño, sin ninguna idea preconcebida acerca de quién es (sin ninguna identificación, sin etiquetas), entonces las cosas pueden comenzar a funcionar. Entonces la chispa del maestro puede prender en ti.
Los maestros zen son muy realistas, muy pragmáticos, muy prácticos. Creen en la inmediatez, y no en las explicaciones. Sacuden fuerte para despertarte.
Un maestro zen se limita a clavarte el clavo en la cabeza. En lugar de meterse en teorías, opta por los hechos. Crea la situación que provoca la ira en ti, para que te des cuenta de ella.
Los maestros zen te sacuden, gritan, saltan encima de ti, te abren la puerta para que te vayas, a fin de crear una situación en la que el problema cobre realidad, para que puedas despertar al problema de manera directa. El zen es directo. No cree en las cosas indirectas.
Osho