“La liberación lo es de algo. ¿Qué es usted, para liberarse de qué? Obviamente, debe liberarse de la persona por quien usted se toma, pues es la idea que tiene de usted mismo la que le mantiene sumido en la esclavitud”.
~ Nisargadatta Maharaj
Por lo general, las personas no toman consciencia de los personajes a los cuales representan; son esos personajes.
El ego se alimenta de la atención de los demás, la cual, es una forma de energía psíquica.
El ego ignora que la fuente de toda energía está en el interior, de manera que la busca en el exterior.
El ego no busca la atención de la Presencia, sino que busca alguna forma de atención como el reconocimiento, la alabanza, la admiración, o sencillamente ser reconocido de alguna manera, que se reconozca su existencia.
El ego siempre desea algo, o si cree que el otro no tiene nada que ofrecerle, permanece en un estado de total indiferencia: no se interesa por el otro.
Si una persona tiene más, sabe más, o puede hacer más que yo, el ego se siente amenazado porque hay una sensación de ser "menos" con respecto a la otra persona.
Los tres estados predominantes de las relaciones del ego son: carencia, deseos frustrados (ira, resentimiento, acusación, quejas), e indiferencia.
Un ego que desea algo de otra persona generalmente representa algún tipo de papel con el objetivo de satisfacer sus "necesidades"; ya sea una ganancia material, una sensación de poder o de superioridad, una sensación de ser especial, o algún tipo de gratificación, ya sea física o psicológica.
La persona tímida que teme despertar la atención de los demás no carece de ego. Tiene un ego ambivalente que teme y a la vez desea la atención de los demás. El temor es que la atención adopte la forma de desaprobación o crítica. Es decir, algo que reduzca a menos su sentido de yo en lugar de engrandecerlo.
El temor de recibir atención es mayor que la necesidad de tenerla. La timidez suele ir de la mano con un concepto negativo de uno mismo; la idea de ser inadecuado.
Detrás de todo concepto positivo de uno mismo (como por ejemplo: soy el mejor), está el miedo de no ser lo suficientemente bueno.
Detrás de todo concepto negativo de uno mismo (como por ejemplo: no sirvo para nada), se oculta el deseo de ser el mejor de todos, o mejor que los demás.
Detrás de la sensación de superioridad del ego seguro de sí mismo y de la necesidad de conservar esa superioridad, está el temor inconsciente a la inferioridad. Y al revés, el ego tímido que se siente inferior, tiene un fuerte deseo oculto de ser superior.
Muchas personas fluctúan entre la sensación de inferioridad y de superioridad, dependiendo de las situaciones o de las personas con quienes entran en contacto.
Algunos egos, cuando no logran despertar alabanzas y admiración, se contentan con otras formas de atención y representan a los personajes necesarios para obtenerlas. Si no consiguen atención positiva, podrían buscar la atención negativa, provocando una reacción negativa en otra persona. Algunos niños lo hacen; se comportan mal para atraer la atención.
La representación de papeles negativos adquiere fuerza especialmente cuando el ego se amplifica a causa del sufrimiento emocional del pasado que desea renovarse sintiendo más dolor.
Uno de los personajes representados con mayor frecuencia es el de la víctima, la cual busca la simpatía o la compasión o el interés de los demás por mis problemas, "yo y mi historia".
La víctima es uno de los componentes de muchos patrones de ego, como renegar, sentirse ofendido, injuriado, etc. Pero una vez que nos identificamos con una historia en la cual nos hemos asignado el papel de víctimas, no deseamos que acabe, y por tanto, el ego no desea poner fin a sus "problemas" porque son parte de su identidad.
Tener la identidad de una persona maltratada por la vida, por las demás personas, por el destino o por Dios es una forma de ser alguien; lo cual, es lo único que le interesa al ego.
Representar personajes implica un gran esfuerzo que no se puede mantener indefinidamente. ¿Qué queda cuando se abandonan los personajes? En la mayoría de los casos no queda todavía la verdadera esencia del ser, sino el ego desnudo, privado de sus máscaras, con su dolor emocional y sus frustraciones que ahora se convierten en ira dirigida contra los demás.
La identificación con lo condicionado y lo temporal impide el paso de la luz de la esencia incondicionada y eterna de cada ser humano.
Cuando sentimos que ya no sabemos quienes somos, podemos sentirnos confundidos. Pero "no saber" no es confusión. La confusión es: "no sé, pero debería saber" o "no sé, pero necesito saber".
¿Qué le pasa a la confusión cuando nos deshacemos de la idea de que debemos o necesitamos saber quiénes somos? Desaparece súbitamente.
Cuando aceptamos plenamente que no sabemos, entramos en un estado de paz y claridad más parecido a lo que somos realmente. Definirse a través del pensamiento es limitarse a sí mismo.
Lo que realmente importa no es la función que cumplimos en este mundo, sino si nos identificamos hasta tal punto con esa función que ella se apodera de nosotros y se convierte en el personaje de un drama que representamos.
Cuando representamos personajes somos inconscientes. Cuando reconocemos que estamos representando un personaje, ese simple reconocimiento crea un espacio de separación entre lo que soy y el personaje. Es el comienzo de la liberación.
Cuando estamos completamente identificados con un personaje, confundimos un patrón de comportamiento con nuestra verdadera esencia y nos tomamos muy en serio. Todo nos lo tomamos de forma personal.
Cuando representamos un papel nos tomamos muy en serio tanto a la vida como a nosotros mismos. Entonces se pierden la espontaneidad, la alegría y la despreocupación.
Cuando estamos lo suficientemente conscientes para observar nuestras interacciones con los demás, podemos detectar cambios sutiles en nuestra forma de hablar, nuestra actitud y nuestro comportamiento, dependiendo de la persona a quien tengamos delante.
Al principio puede ser más fácil observar estos cambios en otras personas, pero posteriormente podremos detectarlos en nosotros mismos.
La forma como nos dirigimos al presidente de la compañía puede ser diferente con la forma como hablamos con el portero. Podemos hablar de manera diferente con un adulto que con un niño. Representamos distintos personajes. No somos nosotros mismos ni cuando nos dirigimos al presidente o al portero o al niño.
Mientras más identificadas estén las personas con sus personajes respectivos, más falsa es su relación. Por consiguiente, no sorprende que las relaciones estén plagadas de conflicto. No hay una relación verdadera.
Todas las motivaciones del ego están encaminadas a engrandecernos y favorecer nuestros intereses. Y algunas veces las disfrazamos muy bien para que ni siquiera la persona en quien opera el ego las pueda reconocer.
El ego tiene la necesidad de manipular a los otros para que llenen su constante sentido de carencia.
Si nos sentimos infelices, lo primero que debemos reconocer es esa infelicidad que llevamos dentro. Es probable que una situación determinada que estemos viviendo tenga relación con la infelicidad; en palabras comunes “esta situación me hace infeliz”. Quizás sea necesario tomar medidas para modificar la situación o para alejarse de ella. Si no hay nada que hacer, si no podemos modificar la situación ni alejarnos de ella, es preciso enfrentar la situación y aceptarla. Nunca es la situación la causa principal de la infelicidad, sino lo que interpretamos y pensamos de ella. Debemos tomar consciencia de nuestra interpretación de la situación, la cual siempre es como es, y cambiar nuestro enfoque o manera de ver las cosas.
Debemos reconocer que las emociones que sentimos se derivan en gran medida de las cosas que pensamos. Debemos ver la conexión entre los pensamientos y las emociones. En lugar de ser pensamiento y emoción, somos la consciencia que los observa.
No debemos buscar la felicidad a fuera puesto que no la encontraremos. La felicidad es una cualidad natural de nuestra verdadera esencia. La infelicidad es una cualidad de la mente y opaca nuestro estado natural de bienestar y paz interior, fuentes reales de la verdadera felicidad.
El sufrimiento nos ayuda a adentrarnos en nosotros mismos. Si no sufriéramos, permaneceríamos en la superficie, identificados con las cosas y no evolucionaríamos.
El sufrimiento se debe a la identificación con la forma, pero la paradoja es que a la vez el sufrimiento erosiona la identificación con la forma.
El sufrimiento es producto del ego, aunque con el tiempo lo destruye. Pero solamente hasta que uno se hace consciente del sufrimiento.
La humanidad está destinada a trascender el sufrimiento, pero no de la manera como piensa el ego. Uno de los errores del ego es el pensamiento "No tendría por qué sufrir". El propósito del sufrimiento es promover la evolución de la consciencia y consumir al ego. El proceso se hace más lento en la medida en que nos resistimos al sufrimiento porque la resistencia produce más ego. Sin embargo, cuando aceptamos el sufrimiento se acelera el proceso gracias al hecho de sufrir conscientemente. Es decir, gracias a aceptar el sufrimiento la transmutación ocurre; el fuego de la consciencia transmuta el sufrimiento y acaba por disolverse.
Debemos acoger, aceptar y abrazar el sufrimiento, en lugar de evitarlo y rechazarlo, para poder trascenderlo.
El ego no sabe nada acerca del Ser sino que cree que la salvación final está en el hacer.
Cuando somos presa del ego creemos que haciendo más y más finalmente acumularemos suficientes "acciones" para sentirnos completos en algún momento futuro. Pero en realidad no es así. Solamente nos perderemos en medio de la actividad.
Toda la humanidad se está perdiendo en medio de una actividad que no está anclada en el Ser y, por tanto, es inútil.
Dominar la vida no es cuestión de control sino de encontrar el equilibrio entre nuestra humanidad y nuestro Ser. Nuestros personajes y las funciones que cumplimos como ser madre, padre, esposo, esposa, joven o viejo, al igual que todo lo que hacemos, pertenece a la dimensión humana. Son cosas que tienen su lugar y a las cuales debemos honrar, pero no son suficientes para llevar una vida o una relación verdaderamente plena y significativa.
Lo humano por sí solo nunca es suficiente, independientemente de cuánto nos esforcemos o de todo lo que logremos. Por otro lado está el Ser; esta dimensión se encuentra en la presencia quieta y alerta de la Conciencia misma, la Conciencia que somos. Lo humano es la forma; el Ser no tiene forma. Lo humano y el Ser no están separados sino entretejidos.
Todos los seres humanos somos diferentes en la forma, pero somos iguales en el Ser. Solamente cuando somos conscientes de la dimensión sin forma en nuestro interior, es decir, somos conscientes del Ser, es cuando puede haber amor verdadero en las relaciones. La Presencia, nuestro Yo Soy eterno, se reconoce en el otro, y ese otro se siente amado, es decir, reconocido. Amar es reconocer en el otro (en el plano del Ser).
El ansia de amor de todos los seres humanos radica en el ansia de ser reconocidos, no en el plano de la forma, sino en el plano del Ser. Si solamente honramos la dimensión humana de los demás y descuidamos su Ser, ellos sentirán que la relación no es plena, que algo verdaderamente vital les hace falta, y acumularán sufrimiento y a veces resentimiento inconsciente. Es algo que sucede mucho también entre padres e hijos.
El amor es el reconocimiento de la unicidad en el mundo de la dualidad. El amor hace que el mundo sea menos mundano, menos denso, más transparente a la dimensión divina, la luz de la conciencia misma.
En un mundo lleno de personajes que representan un drama, las pocas personas que no proyectan una imagen fabricada por la mente, sino que funcionan desde la esencia profunda de su Ser, que no aparentan ser más de lo que son sino que son ellas mismas, se destacan como personas notables y son las únicas que logran dejar una verdadera huella en este mundo. Son las portadoras de la nueva consciencia. Imprimen gran poder a todo lo que hacen porque están en armonía con el propósito del todo. Sin embargo, su influencia va mucho más allá de lo que hacen, mucho más allá de su función. Su simple presencia sencilla, natural, discreta, ejerce un efecto de transformación sobre todas las personas con quienes entran en contacto.
Cuando no representamos papeles, no hay ego en lo que hacemos. El resultado es que nuestros actos ejercen un poder mucho mayor. Nos concentramos totalmente en la situación; somos uno con ella. No tratamos de ser alguien en particular. Cuando somos totalmente nosotros mismos, nuestros actos son más poderosos y eficaces.
El consejo “sé tú mismo” es bueno pero puede ser engañoso. No debemos esforzarnos por ser nosotros mismos. Tan pronto como nos esforzamos por ser esto o aquello, asumimos un personaje.
La pregunta "¿Cómo puedo ser yo mismo?" implica que debemos hacer algo para ser nosotros mismos. Pero en realidad no debemos hacer nada, pues ya somos nosotros mismos. Debemos dejar de añadir carga a lo que ya somos.
Cuando decimos “no sé quién soy” es cuando vamos en dirección correcta. Cuando logramos sentirnos totalmente a gusto con el hecho de no saber quiénes somos, entonces lo que queda es lo que ya somos: el Ser más allá de la forma humana. Somos el Ser, el cual, no tiene atributos, no es conceptual, no es algo ni alguien y no puede ser descrito, es tan solo lo que Es.
Decida renunciar a definirse, ante usted mismo y ante los demás. Cuando se define, se limita a usted mismo.
Cuando se relacione con la gente, no asuma un papel o un personaje; sea solamente un campo de Presencia consciente.
¿Por qué el ego representa personajes? Por un pensamiento inconsciente “no soy suficiente”. “debo representar un papel a fin de obtener lo que necesito para sentirme completo”, “debo conseguir más a fin de poder ser más.”
En la forma siempre hay seres inferiores y superiores a alguien. En esencia, no somos ni inferiores ni superiores a nadie. El verdadero amor propio y la verdadera humildad son producto de este reconocimiento. A los ojos del ego, el amor propio y la humildad son contradictorios, pero en verdad son la misma cosa.
El ego es patológico. Esta palabra deriva del griego antiguo, viene de “pathos” que significa sufrimiento.
La persona que está aprisionada por el ego no reconoce el sufrimiento como tal. En su ceguera, el ego es incapaz de ver el sufrimiento que se inflige a sí mismo y que inflige a otros. La infelicidad es una enfermedad mental y emocional creada por el ego, la cual ha alcanzado proporciones epidémicas.
Los estados negativos como la ira, la ansiedad, el odio, el resentimiento, el descontento, la envidia, los celos y demás, no se ven como negativos sino que se consideran totalmente justificados y además no se perciben como nacidos de nosotros mismos sino que alguien más nos los ha causado; "Te hago responsable de mi sufrimiento". El ego siempre culpa a los demás de sus estados negativos.
Cuando decimos "Qué día más espantoso", no nos damos cuenta de que lo espantoso no está en el frío, ni en el viento, ni en la lluvia, ni en cualquiera que sea la situación. Ellos son lo que son. Lo espantoso es nuestra reacción, nuestra resistencia interior y la emoción creada por esa resistencia. La resistencia siempre es falta de aceptación.
Cuando vivimos en un estado negativo, hay algo en nosotros que ansía la negatividad, que siente placer en ella. De otra manera, ¿quién querría aferrarse a la negatividad, hacer desgraciados a los demás junto consigo mismo?
Cada vez que hay negatividad en nosotros y logramos detectar en ese momento que hay algo que goza con esa negatividad, tomamos consciencia del ego directamente. Cuando sucede esto, la identidad pasa del ego a la consciencia y esto significa que el ego se empequeñece mientras que la consciencia se agranda.
Si en medio de la negatividad podemos reconocer que estamos creando sufrimiento para nosotros mismos, será suficiente para elevarnos por encima del ego y de las reacciones condicionadas.
Si el drama del ego tiene algún propósito, éste es indirecto: crear cada vez más sufrimiento en el planeta, el cual finalmente destruye el ego, pese a ser creado por él. Es el fuego en el cual se consume a sí mismo el ego.
El ego crea separación y la separación crea sufrimiento. Aparte de las formas de negatividad como la ira, el odio y demás, hay otras más sutiles, las cuales son tan comunes que por lo general no se las reconoce por lo que son. Entre ellas están la impaciencia, la irritación, el nerviosismo, el hastío, etc. Estas formas de negatividad son la infelicidad latente, el estado interior en el cual suelen permanecer muchas personas. Es necesario estar supremamente conscientes y absolutamente presentes para poder detectarlas. Siempre que las detectamos tenemos un momento de despertar y se suspende la identificación con la mente.
Otro estado que pasa desapercibido es la sensación de descontento (es un resentimiento latente). Muchas personas pasan gran parte de sus vidas en este estado. Se identifican hasta tal punto con él que no pueden tomar distancia para reconocerlo.
Los siguientes son algunos de los pensamientos inconscientes más comunes de los cuales se alimenta la sensación de descontento o de resentimiento latente.
"Algo debe suceder en mi vida para que yo pueda alcanzar la paz. Y resiento que no haya sucedido todavía. Quizás con mi resentimiento logre que suceda finalmente".
"Algo sucedió en el pasado que no debió suceder y lo resiento. Si eso no hubiera sucedido, ahora tendría paz".
"Me está sucediendo algo que no debería sucederme y me está impidiendo tener paz".
Estas citas anteriores son historias creadas por el ego para convencernos de que no podemos estar en paz en el presente y tampoco ser nosotros mismos. Estar en paz y ser quienes somos es lo mismo.
El ego dice: quizás en un futuro podré tener paz si logro aquello que quiero.
En general, todo el mundo cuenta la misma historia, "¿por qué no puedo tener paz ahora?". El ego no sabe que la única manera para estar en paz es ahora. Aún así, la paz representa la aniquilación del ego.
¿Cómo podemos alcanzar la paz? La paz está en el momento presente. El momento presente es el campo en el cual transcurre el juego de la vida; no puede jugarse en ningún otro lugar.
Al ego le encanta estar resentido con el momento presente. Cualquier cosa que es.
Esta oposición o resistencia crea la negatividad de la cual se alimenta el ego, la infelicidad que tanto le gusta. De esta manera sufrimos y hacemos sufrir a los demás sin darnos cuenta de que estamos creando el infierno en la tierra. Crear sufrimiento sin reconocerlo es la esencia de la vida inconsciente y es estar completamente bajo el control del ego.
La incapacidad del ego para reconocerse y ver lo que hace es verdaderamente increíble y aterradora. El ego hace exactamente aquello que condena en los demás y ni siquiera se da cuenta. Cuando alguien se lo señala, recurre a la negación, la ira, los argumentos y las justificaciones que distorsionan los hechos.
Para poner fin a la desgracia que se ha cernido sobre la condición humana durante miles de años, debemos comenzar con nosotros mismos y asumir la responsabilidad por nuestro estado interior en todo momento.
Pregúntese si hay negatividad en su interior en este mismo momento. Entonces preste atención a sus pensamientos y a sus emociones. Esté alerta a esa infelicidad latente en cualquiera de sus formas: descontento, nerviosismo, hastío, etc. Tan pronto como tome consciencia de un estado negativo en su interior significa que ha tenido éxito. Pues mientras no hay consciencia de la negatividad, prevalece la identificación con estos estados interiores negativos, y esta identificación es el ego.
Cuando hay consciencia se suspende la identificación con los pensamientos, las emociones y las reacciones. Entonces cambia nuestro sentido de lo que somos: antes éramos pensamientos, emociones y reacciones, y ahora somos consciencia; la Presencia consciente que observa esos estados.
Liberarse del ego realmente no representa un gran esfuerzo. Lo único que se necesita es tomar consciencia de los pensamientos y las emociones en el mismo momento en que suceden. No se trata de "hacer", sino de "ver". Es un darse cuenta.
Cuando se produce el cambio de pasar de pensar a observar, entra a operar en nuestras vidas una inteligencia muy superior al ego. Las emociones y los pensamientos se despersonalizan. Dejan de estar cargados del "yo". Son solamente emociones y pensamientos. Pasamos a ser la luz de la Presencia, la Conciencia profunda que antecede a los pensamientos y las emociones.
El ego necesita de los demás, pero en el fondo odia y teme a los demás.
Mientras más fuerte es el ego, mayor es la probabilidad de que la persona piense que la fuente principal de sus problemas son los demás.
También es más probable que les dificulte la vida a los demás. Pero, la persona no podrá reconocer lo que sucede. Solamente percibe que son los demás los que actúan en su contra.
Mientras mayor es la inconsciencia de las personas, los grupos o las naciones, mayor es la probabilidad de que la patología del ego asuma la forma de violencia física. La violencia es un mecanismo primitivo pero todavía prevaleciente mediante el cual el ego trata de imponerse, demostrar que tiene la razón y que otros están equivocados.
Con las personas muy inconscientes, las discusiones pueden terminar fácilmente en violencia física.
¿Qué es una discusión? Es cuando dos o más personas expresan opiniones divergentes. Cada persona está tan identificada con los pensamientos de su opinión que dichos pensamientos se endurecen para formar posiciones mentales dotadas de un sentido de "yo". La identidad y el pensamiento se fusionan. Cuando esto sucede, cuando defendemos nuestras opiniones, sentimos y actuamos como si estuviéramos defendiendo nuestra propia persona. Sentimos y actuamos inconscientemente como si lucháramos por nuestra supervivencia. Comienza a construirse dentro de nosotros una emoción de ira, defensividad o agresividad, y sentimos la necesidad de vencer a toda costa para no ser aniquilados. Esta es la demencia. El ego no sabe que la mente y las posiciones mentales no tienen nada que ver con lo que somos, porque el ego es la mente no observada.
El Zen dice: "No busques la verdad. Sencillamente abandona tus opiniones".
¿Qué significa esta frase? Dejar de identificarnos con la mente. Lo que somos aflora espontáneamente cuando esto sucede.
La mayoría de las personas experimentamos momentos de ausencia de ego. Quienes sobresalen verdaderamente en lo que hacen pueden trabajar casi completamente liberados del ego. Quizás no lo sepan, pero el trabajo se convierte para ellos en una práctica espiritual. La mayoría de ellos están presentes mientras realizan su trabajo y vuelven a un estado de inconsciencia relativa en su vida privada. Esto significa que su Presencia se limita transitoriamente a un aspecto de sus vidas.
He conocido maestros, artistas, enfermeros, médicos, científicos, trabajadores sociales, meseros, dueños de empresa y vendedores que realizan su trabajo admirablemente sin buscar retribuciones egoístas y respondiendo plenamente a cualquier cosa que el momento les exija. Son uno con lo que hacen, uno con el Ahora, uno con las personas a quienes sirven o con las actividades que realizan.
La influencia que estas personas ejercen sobre los demás va mucho más allá de su función: hacen que se empequeñezca el ego de todas las personas que entran en contacto con ella. Hasta quienes poseen egos pesados a veces aflojan, bajan la guardia y dejan de representar sus personajes cuando se relacionan con estas personas.
Quienes abandonan su ego mientras trabajan tienen un éxito extraordinario en lo que hacen. Todas las personas que trabajan en la unicidad contribuyen a construir la nueva tierra.
En algunos casos, el ego personal parece disolverse por completo cuando la persona dedica toda su vida a trabajar desinteresadamente por el bien colectivo sin exigir retribuciones, reconocimiento o engrandecimiento personal. Qué alivio deshacerse de la horrible carga del yo personal. Los miembros de la colectividad se sienten felices y plenos, por arduo que sea su trabajo o por grandes que sean sus sacrificios. Al parecer, logran trascender el ego.
Por otro lado, hay muchas personas que son técnicamente buenas en lo que hacen pero cuyo ego interfiere permanentemente en su trabajo. Solamente ponen una parte de su atención en lo que hacen, mientras que la otra parte está fija en sí mismas. Su ego les exige reconocimiento personal y desperdician energía en resentimientos cuando no reciben suficiente. Y nunca nada les basta.
Muchas tienen su atención puesta en el dinero o el poder y su trabajo no es más que un medio para esa finalidad. El trabajo que se convierte únicamente en un medio para alcanzar una finalidad no puede ser de alta calidad.
Muchas personas, sin saberlo, sabotean su propio trabajo cuando retienen información o ayuda, o tratan de obstaculizar a las demás personas para impedir que tengan más éxito o reciban más crédito que "yo".
El ego no sabe que mientras más incluye a los demás, mejor fluyen las cosas y más fácilmente recibe todo lo que anhela.
Cuando damos poca o ninguna ayuda a los demás o levantamos obstáculos en su camino, el universo, a través de otras personas y de las circunstancias, nos priva de ayuda al habernos desconectado del todo.
Una enfermedad puede o bien fortalecer el ego o debilitarlo. Si nos lamentamos, nos sentimos víctimas o resentimos la enfermedad, el ego se fortalece. También se fortalece cuando convertimos la enfermedad en parte de nuestra identidad. "Soy víctima de cierta enfermedad". Así, los demás saben quién soy.
Hay algunas personas que tienen un ego grande en la vida normal pero que al enfermar se tornan dóciles, amables y mucho más agradables. Pueden comprender cosas que quizás nunca vieron en su vida normal. Pueden lograr acceso a su conocimiento interior y a su estado de contento y hablar con sabiduría. Después, cuando mejoran, recuperan su energía y con ella, su ego.
Cuando enfermamos, nuestro nivel de energía se reduce considerablemente y la inteligencia del organismo asume el control y utiliza la poca energía disponible para sanar el cuerpo, de tal manera que no queda mucha energía para la mente. Es decir, para los pensamientos y las emociones del ego. El ego consume grandes cantidades de energía.
Las personas cuyo ego se fortalece durante la enfermedad tardan mucho más tiempo en recuperarse. Algunas nunca lo hacen, de tal manera que la enfermedad se vuelve crónica y se convierte en parte permanente de su falso sentido de identidad.
Otra manera que busca el ego para escapar de su insatisfacción es agrandando y fortaleciendo su sentido del “yo” mediante la identificación con un grupo: una nación, un partido político, una empresa, una institución, una secta, un club, una pandilla, un equipo de fútbol, etc.
El ego colectivo manifiesta las mismas características del ego personal, como la necesidad de tener conflictos y enemigos, la necesidad de tener más, la necesidad de tener la razón para que otros estén equivocados y así sucesivamente.
Tarde o temprano la colectividad entra en conflicto con otras colectividades, porque necesita la oposición para definir su identidad. Sus miembros experimentarán entonces el sufrimiento que se desprende inevitablemente como consecuencia de toda acción motivada por el ego.
A medida que vaya aflorando la nueva consciencia algunas personas sentirán la necesidad de formar grupos y comunidades para reflejar la consciencia iluminada. Estos grupos no serán egos colectivos porque sus integrantes no sentirán la necesidad de definir su identidad a través de ellos. Ya no buscarán la forma para definir lo que son. Aunque los integrantes de estos grupos no se hayan liberado completamente del ego, habrá suficiente consciencia en ellos para reconocer el ego en sí mismos y en los demás, tan pronto como éste trate de aflorar. Sin embargo, es preciso mantener un estado de alerta porque el ego intentará asumir el control y volver a tomar el trono.
Uno de los principales propósitos de estos grupos, trátese de comunidades y organizaciones iluminadas, organizaciones de caridad, escuelas, etc., será disolver el ego humano exponiéndolo a la luz de la consciencia.
Las colectividades iluminadas desempeñarán una función importante en el surgimiento de la nueva consciencia. Así como las colectividades egotistas nos empujan hacia la inconsciencia y el sufrimiento, la colectividad iluminada podrá ser un manantial de consciencia destinado a acelerar el cambio planetario.
El ego nace a través de la brecha que hay en la mente humana en la cual la identidad se separa en dos partes a las cuales podríamos llamar "yo" y "mí mismo". Por consiguiente, todos los egos tienen doble personalidad. Vivimos con una imagen mental de nosotros mismos; un ser conceptual con el cual tenemos una relación. La vida misma acaba siendo un concepto separado de nuestra verdadera esencia en el instante mismo en que hablamos de ella como "mi vida". Tan pronto como decimos o pensamos en términos de "mi vida" y creemos en lo que decimos, habremos entrado en el ámbito de lo ilusorio.
Cuando decimos "mi vida", inmediatamente se desprende que lo que realmente soy y mi vida somos dos cosas distintas; de tal manera que también puedo perder mi vida, mi tesoro imaginario más preciado. La muerte se convierte en una realidad aparente y en una amenaza. Las palabras y los conceptos dividen la vida en segmentos separados carentes de realidad en sí mismos.
Si yo y la vida somos dos, si estoy separado de la vida, entonces estoy separado de todas las cosas, de todos los seres, de todas las personas. ¿Pero cómo podría estar separado de la vida? Lo que ya soy es la vida misma expresándose.
Entonces, ¿cómo podría perder mi vida? ¿Cómo podría perder algo que no poseo? ¿Cómo podría perder algo que ya Soy? No puede ser, es imposible; lo que ya soy no puede perderse a sí mismo.
Eckhart Tolle
"Una Nueva Tierra"