02 enero 2014

LA ESENCIA DEL ZEN




El Zen es resumido como:

"Una transmisión especial de iluminación fuera de las Escrituras;
No depender de palabras y letras;
Apuntar directamente al alma del hombre;
Ver dentro de la propia naturaleza de uno mismo."

La verdad del Zen está delante de nuestros ojos en todos los momentos del día.

Un monje le preguntó al maestro Chao Chou:
-"¿Qué es el Tao?"
Y él le contestó:
-"La vida común es el Tao mismo."
El monje volvió a preguntar:
-"Cómo podemos ponernos de acuerdo con él?" (es decir, "Cómo podemos ponernos en armonía y unidad con él?").
Chao Chou contestó:
-"Si tratas de ponerte de acuerdo con él, te apartarás de él".
La vida, tomada como la serie común de acontecimientos diarios variados, es algo esencialmente evasivo e indefinible; jamás permanece igual ni por un momento; nunca podemos hacer que se quede quieta para analizarla y definirla.
Si tratamos de pensar sobre la rapidez con que pasa el tiempo o cambian las cosas, la mente se nos transforma en un torbellino. Mientras más nos esforcemos por aferrar el momento, de apoderarnos de una sensación placentera o de definir algo en forma tal que resulte satisfactorio en cualquier momento para todos, más evasivo resulta.

Si el viento se detuviera por un segundo para que pudiéramos apoderarnos de él, dejaría de ser viento.
La misma cosa ocurre con la vida. Las cosas y los acontecimientos están moviéndose y cambiando perpetuamente; no podemos apoderarnos del momento presente y obligarlo a que se quede con nosotros; no podemos traer de vuelta el tiempo pasado, ni conservar para siempre una sensación pasajera. Cuando tratamos de hacerlo, todo lo que conseguimos es un recuerdo muerto; la realidad no está allí, y no puede derivarse de ello satisfacción alguna.
Si repentinamente nos damos cuenta de que somos felices, mientras más tratemos de pensar en algún medio para conservar nuestra felicidad, más rápidamente se nos escapará.
Un hombre piensa: "Soy feliz ahora por poder permanecer en este lugar. Por lo tanto la felicidad, para mí, es venir y quedarme en este lugar". Y la próxima vez que se sienta desgraciado tratará de aplicar esta definición; irá de nuevo a ese lugar, y descubrirá que no lo hace feliz. Sólo existirá el recuerdo muerto de la felicidad, y la definición ya no sirve.
La felicidad es algo así como los pájaros azules de Maeterlink: si se trata de capturarlos pierden su color; es algo así como tratar de encerrar agua dentro de las manos: mientras más fuerte se apriete, más rápidamente se desliza entre los dedos. Por ello, cuando a un maestro Zen se le preguntó: "Qué es el tao?", respondió de inmediato: "Sigue andando!". 
Solamente podemos enterder la vida andando a la par con ella; mediante una completa afirmación y aceptación de sus mágicas transformaciones e interminables cambios.
Es gracias a esta aceptación que el discípulo Zen se siente invadido por una gran admiración, pues todas las cosas se renuevan permanentemente. El comienzo del universo se produce ahora, pues todas las cosas se están creando en este momento, y el fin del universo es ahora, pues todas las cosas están muriendo en este momento.

Se define en ocasiones al Zen como "ir rectamente hacia delante", o "ir derecho adelante", pues el Zen significa moverse con la vida sin tratar de detener e interrumpir su flujo.


El maestro Takuan dice en relación con el arte de la esgrima (Kendo), un arte fuertemente influenciado por los principios del Zen:

"Si queda lugar para que quepa aunque sea un pelo entre dos acciones, esto es interrupción."
Con esto quiere decir que el contacto entre un acontecimiento y la reacción ante el mismo no debiera de ser roto por el pensamiento discursivo.

"Cuando se golpean las manos, el sonido se produce sin pensarlo ni por un instante. El sonido no espera ni piensa antes de salir. No existe interrupción; un movimiento sigue al otro sin ser interrumpido por la mente consciente.
Si se siente molesto y medita sobre qué hacer, frente al adversario que está a punto de derribarlo, usted le da lugar, es decir, una feliz oportunidad para su mortífero golpe. Deje que su defensa siga al ataque sin la menor interrupción, y no habrá entonces dos movimientos separados conocidos como ataque y defensa."

Si "ataque" representa al mundo exterior, o la vida, y "defensa" la reacción de uno ante la vida, debe aceptarse que esto significa que la distinción entre "yo" y "la vida" queda destruida.
El egoísmo desaparece cuando el contacto entre los dos es tan inmediato que se mueven juntos, manteniendo el mismo ritmo.

Esto es en muchos sentidos similar al arte de escuchar música; si uno se detiene a considerar sus reacciones intelectuales o emotivas ante una sinfonía que se está ejecutando, a analizar la construcción de un acorde o detenerse en una frase determinada, se pierde la melodía. Para escuchar la sinfonía completa uno debe concentrarse en el flujo de las notas y las armonías mientras se va produciendo, manteniendo la mente sujeta contínuamente al mismo ritmo.
Reflexionar sobre lo que ha ocurrido, pensar sobre lo que habrá de venir, o analizar el efecto que tiene sobre nosotros, equivale a interrumpir la sinfonía y dejar escapar la realidad.
Toda la atención debe ser dirigida hacia la sinfonía, olvidándonos de nosotros mismos; si se hace conscientemente la tentativa de concentrarnos sobre la sinfonía, la mente se desvía por causa del pensamiento de que estamos tratando de concentrarnos, y fue por esta razón que Chao Chou le dijo al monje que si trataba de armonizarse con el Tao, se apartaría de él.

Por lo tanto el Zen hizo más que limitarse a decirle al hombre que escuchara la sinfonía sin ponerse a pensar sobre las reacciones que en él provocaba; pues hasta el simple hecho de decirle a alguien que no piense sobre sus reacciones independientes, ya significa hacerlo pensar que no piense en ellas.
Por lo tanto el Zen adoptó el método positivo de destacar la sinfonía de la vida en sí misma.

Conocer la naturaleza de Buda significaba conocer la vida.
La vida Zen no se mueve dentro de carriles; es la libertad del espíritu, libre de las trabas de las circunstancias externas y las ilusiones internas.
Su naturaleza íntima es de tan especial carácter que no puede ser descrita en palabras, y lo que más puede acercarnos a ella es la analogía.
Es como el viento que se mueve sobre la superficie de la tierra, sin detenerse jamás en ningún lugar determinado, no apegándose nunca a ningún objeto particular, adaptándose siempre a los progresos y retrocesos de la tierra.
El Zen no siempre es una suave brisa, con bastante frecuencia es una ráfaga violenta que barre implacablemente todo lo que encuentra a su paso, un ventarrón de hielo que penetra hasta el corazón de todo y lo atraviesa de lado a lado.
La libertad y pobreza del Zen es abandonar todo y "seguir adelante", pues esto es lo que la vida misma hace, y el Zen es la religión de la vida.