Cuerpos sutiles
Toda nuestra biografía, incluida la que procede de vidas anteriores, se concentra en nuestros centros energéticos. Una acumulación de pensamientos negativos puede llegar a atascar, e incluso bloquear, el buen funcionamiento de un chakra. La sensación de no haber sido amado, respetado o comprendido durante la infancia, el doloroso luto por un ser querido o el impacto de una guerra, por ejemplo, son experiencias que pueden perturbar el buen funcionamiento de uno u otro chakra.
El hecho de encadenar vivencias negativas, puede «contaminar» uno o varios chacras, y llegar a provocar, en lo sucesivo, diversas patologías en todo el organismo.
Podemos establecer un paralelismo con las situaciones que perturban el tráfico de una ciudad, como un cruce de calles, un accidente o la tradicional hora punta, que terminan por formar un atasco que se extiende hasta las arterias de los alrededores y llega hasta otros cruces. La ciudad entera se paraliza. Los chacras son como los cruces, son centros energéticos que regulan y nutren las diferentes funciones de nuestro cuerpo.
En general, se suelen distinguir siete (o nueve) chacras principales, que están alineados en la columna vertebral, cada uno con su correspondiente cualidad, estructura, forma y color específicos. Se complementan entre ellos; no funcionan por separado unos de otros. Al igual que un vehículo sólo puede rodar perfectamente si las cuatro ruedas se encuentran en buen estado, el ser humano no puede resplandecer si no mantiene abiertos todos sus chacras.
Cuando los chakras están cerrados, la fuerza vital se bloquea, los antiguos esquemas resurgen y nos estancamos. La vida pasa a ser una obligación. Por el contrario, cuando permanecen abiertos, el espíritu (el ego divino) puede manifestarse mejor en la materia, el tiempo y el espacio.
Los cuerpos sutiles son como capas de aura que envuelven el cuerpo físico y que juntas conforman nuestra aura.
Los chakras y los cuerpos sutiles funcionan como una pareja:
– Los chakras son yang, masculinos y activos.
– Los cuerpos sutiles son yin, femeninos y pasivos.
Si los chakras se encuentran abiertos y resplandecientes, pueden proporcionar la energía que necesitan los diferentes cuerpos sutiles así como el cuerpo físico, a fin de recobrar o mantener un perfecto estado de salud.
En general se distinguen cinco cuerpos sutiles, que envuelven el cuerpo físico en capas sucesivas:
1. CUERPO ETÉRICO (cuerpo energético, cuerpo energía vital)
El cuerpo etérico es el menos sutil de los cuerpos sutiles. Sirve de enlace entre el cuerpo físico y todos los demás cuerpos sutiles. Nos une a la tierra y a nuestras raíces. Está asociado al primer y segundo chakras. Sus colores son el rojo fuego, el rojo escarlata y el naranja.
El cuerpo etérico posee aproximadamente la misma extensión y forma que el cuerpo físico. Por ello también se conoce como «doble etérico» o «cuerpo físico interior».
Es el portador de las fuerzas modeladoras para el cuerpo físico, así como de la energía vital creadora y de todas las sensaciones físicas.
El cuerpo etérico se forma de nuevo en cada reencarnación del hombre, y vuelve a disolverse en el plazo de tres a cinco días después de su muerte física. El cuerpo emocional, el cuerpo mental y el cuerpo búddhico continúan existiendo después de la muerte, y en cada nueva encarnación se unen nuevamente al recién nacido.
El cuerpo etérico atrae energías vitales del sol a través del chakra del plexo solar, y energías vitales de la tierra a través del chakra raíz. Acumula estas energías y, a través de los chakras y los nadis, las conduce al cuerpo físico en flujos vitales ininterrumpidos.
Las dos formas de energía se encargan de mantener un equilibrio vivo en las células corporales. Cuando el «hambre de energía» del organismo está saciado, la energía sobrante del cuerpo etérico se irradia hacia fuera a través de los chakras y de los poros. Sale a través de los poros en filamentos de energía rectos de aproximadamente 5 centímetros de longitud y constituye el aura etérica, que, por lo general, es la primera fracción del aura total percibida por las personas clarividentes. Estos rayos se disponen en torno al cuerpo físico formando una especie de «manto protector». Impiden a los gérmenes patógenos y a los contaminantes penetrar en el cuerpo, y simultáneamente irradian un flujo constante de energía vital hacia el entorno.
Esta protección natural significa que, básicamente, una persona no puede enfermar debido a causas de origen externo. Las razones de una enfermedad radican siempre en ella misma. Los pensamientos y emociones negativos, y una forma de vida que no esté en consonancia con las necesidades naturales del cuerpo (sobreesfuerzo, alimentación insana, abuso de alcohol, nicotina y drogas), pueden consumir la energía vital etérica, por lo que la irradiación energética natural perderá intensidad y vigor. De esta forma surgen zonas débiles en el aura.
Los filamentos energéticos mencionados, aparecen doblados o se entrecruzan en formas desordenadas. El clarividente puede reconocer «agujeros» o «grietas» en el aura, a través de los cuales pueden penetrar en el cuerpo las vibraciones negativas y las bacterias causantes de las enfermedades. Además, la energía vital puede «escapar» de la zona no material a través de estas «heridas».
Debido a esta estrecha relación entre el estado del cuerpo físico y la radiación energética del cuerpo etérico, a menudo se habla también de un aura de la salud.
Antes de manifestarse en el cuerpo físico, las enfermedades se manifiestan en el aura etérica, y pueden ser detectadas y tratadas en este plano.
La denominada fotografía Kirlian consiguió hacer visible por primera vez esta radiación energética, propia de cada ser vivo. Basándose en este invento, se han hecho diagnósticos muy precisos y se han detectado enfermedades incluso cuando aún se encontraban en fase latente.
El cuerpo etérico, y con él el cuerpo físico, reaccionan de forma particularmente intensa a los impulsos mentales que proceden del cuerpo mental. Aquí estriba la razón de los éxitos que el pensamiento positivo tiene sobre la salud.
Nosotros podemos favorecer la salud de nuestro cuerpo utilizando prudentemente las sugestiones positivas.
Otra función importante del cuerpo etérico consiste en servir de intermediario entre los cuerpos energéticos superiores y el cuerpo físico. Transmite al cuerpo emocional y al cuerpo mental las informaciones que recogemos a través de los sentidos corporales, y simultáneamente transmite energías e informaciones desde los cuerpos superiores al cuerpo físico.
Cuando el cuerpo etérico se encuentra debilitado, este flujo de información y energía se halla obstaculizado, y la persona puede parecer indiferente tanto en el plano emocional como en el mental.
A este respecto es interesante señalar que las plantas, en particular las flores y los árboles, también poseen una radiación energética muy semejante al aura etérica del ser humano. Podemos utilizar esta radiación para proporcionar nueva energía a nuestra propia aura. Esta energía también se encuentra en los aceites esenciales.
Es posible ponernos en contacto directo con la energía de las plantas. Para ello, apoya tu espalda contra un árbol que te resulte agradable, o abrázalo, descargando todo tu cuerpo contra él. Deja que la fuerza armonizadora y energética del árbol se transmita a tu interior.
También puedes tumbarte en una pradera florida y repleta de aromas, y permitir que las vibraciones de las delicadas flores te envuelvan y penetren.
También las flores cortadas o las flores colocadas en un florero que tengas cerca de ti pueden transmitirte algo de su energía activadora y armonizadora.
Las plantas reaccionan a tu amor y a tu agradecimiento por este servicio, aumentando aún más su fuerza de irradiación.
2. CUERPO EMOCIONAL (cuerpo Astral)
Es el segundo cuerpo sutil. En él se acumulan todas nuestras emociones.
El «calor» del corazón procede del cuerpo astral, que es donde se debe trabajar para modificar un esquema educativo o una creencia.
Está asociado al plexo solar, y su color es el amarillo.
El cuerpo emocional, con frecuencia denominado cuerpo astral, es el portador de nuestros sentimientos, de nuestras emociones y de las cualidades de nuestro carácter; ocupa aproximadamente el mismo espacio que el cuerpo físico. En una persona poco desarrollada, sus contornos están poco delimitados: el cuerpo emocional se presenta como una sustancia nebulosa que se mueve caótica y desordenadamente en todas las direcciones. Cuanto más desarrollada esté una persona en la definición de sus sentimientos, sus simpatías y las cualidades de su carácter, tanto más claro y transparente se manifestará su cuerpo emocional.
El clarividente puede observar un contorno nítidamente marcado, que se adapta perfectamente a la forma del cuerpo físico.
El aura del cuerpo emocional presenta una forma ovalada y puede extenderse a varios metros de distancia en torno a la persona. Toda emoción se irradiará en su aura correspondiente a través del cuerpo emocional. Este proceso se produce fundamentalmente a través de los chakras, y en menor medida a través de los poros.
El aura emocional está inevitablemente en movimiento. Junto a las peculiaridades del carácter fundamentales y relativamente constantes, que se reflejan como los colores esenciales permanentes del aura, cada sentimiento instantáneo, cada estimulo del ámbito de las emociones, se reflejará en el aura. Es un juego indescriptible de colores irisados que cambian constantemente con toda clase de matices.
Por ejemplo, emociones como la angustia, la furia, la opresión o las preocupaciones, generan en el aura figuras nebulosas oscuras. Cuanto más abre una persona su conciencia al amor, la entrega y la alegría, más claros y transparentes son los colores que irradia su aura emocional.
Ninguno de los otros cuerpos no materiales marca con tanta fuerza, como el cuerpo emocional, la visión del mundo y de la realidad del hombre medio.
En el cuerpo emocional se hallan almacenadas, entre otras, todas nuestras emociones no liberadas, las angustias y agresiones conscientes e inconscientes, las sensaciones de soledad, rechazo y falta de autoconfianza, etc. Emiten sus vibraciones a través del aura emocional, y transmiten el mensaje inconsciente que enviamos al mundo exterior. Y aquí es donde se realiza el principio de la atracción mutua. Las frecuencias energéticas que emitimos atraen vibraciones energéticas iguales del entorno y se unen con ellas. Esto significa que, con frecuencia, nos encontraremos con personas y circunstancias que precisamente reflejan aquello que nosotros queremos evitar o de lo que queremos librarnos conscientemente, o aquello que tememos. De esta forma, el entorno nos sirve como espejo para todos aquellos elementos que hemos relegado desde nuestra vida consciente a las áreas del inconsciente.
Efectivamente, los sentimientos no liberados del cuerpo emocional aspiran a mantenerse con vida y a crecer dentro de lo posible. Así nos llevan una y otra vez a situaciones que se encargan de repetir las vibraciones emocionales originales, puesto que esas vibraciones son como su alimento.
La frecuencia de la angustia en una persona atrae situaciones en las que ve confirmada una y otra vez su angustia. Si esa persona encierra en sí agresiones, siempre encontrará personas que exteriorizan las vibraciones de furia y agresión.
El pensamiento consciente y los objetivos mentales del cuerpo mental tienen poca influencia sobre el cuerpo emocional, que sigue sus propias leyes.
El cuerpo mental puede dirigir el comportamiento hacia el exterior, pero no suprimir las estructuras emocionales inconscientes.
Así, por ejemplo, una persona puede aspirar conscientemente al amor o el éxito, e inconscientemente irradiar frecuencias energéticas contradictorias de celos y falta de autoconfianza, que le impedirán alcanzar su objetivo consciente.
Las estructuras emocionales continúan existiendo a través de las diferentes encarnaciones siempre que no se liberen, puesto que el cuerpo emocional perdura después de la muerte física y se une en la reencarnación con el nuevo cuerpo físico. Las experiencias no liberadas almacenadas en el cuerpo emocional determinan en gran medida las circunstancias de la nueva vida.
Cuando hayamos comprendido realmente y de una vez por todas estas relaciones, cesaremos de vernos en el «papel de víctimas» y de atribuir la responsabilidad de nuestras debilidades y miserias a otras personas o a las circunstancias. Ello implica en sí mismo una gran liberación, puesto que entonces ya sabemos que tenemos gran parte de nuestro destino en nuestras propias manos, y podemos comenzar a cambiar nuestra vida cambiándonos a nosotros mismos.
La mayor proporción de «nudos emocionales» del cuerpo emocional se encuentra localizada en la zona del chakra del plexo solar.
Este chakra nos proporciona el acceso más directo a nuestras estructuras emocionales a través de la vivencia inmediata. Sin embargo, si deseamos percibir y conocer estas estructuras mediante el entendimiento consciente, debemos traspasar los contenidos del chakra del plexo solar con la forma de manifestación suprema del cuerpo mental, la visión intuitiva, a la que tenemos acceso a través del chakra frontal. Pero ni siquiera esto significa una liberación real.
Una disolución de las estructuras emocionales sólo puede producirse a través del cuerpo espiritual, que manifiesta la sabiduría, el amor y la bendición de nuestro yo superior, permitiendo al mismo tiempo conocer las relaciones interiores, partiendo de la visión universal y holística de dicho yo. Este vínculo podemos establecerlo a través del chakra del corazón y del chakra coronal.
El yo superior no enjuicia, no divide las experiencias en «buenas» y «malas». Nos indica que debemos recorrer determinadas experiencias sólo para comprender qué sentimientos y acciones tienen como consecuencia una separación de la mente divina original, causando con ello sufrimiento, y para comprender y aprender a entender las leyes cósmicas del equilibrio natural. En los ámbitos de la vida en los que hoy nos consideramos «víctimas», en anteriores encarnaciones nosotros fuimos con gran frecuencia los «autores».
También en la terapia de los chakras tiene una importancia decisiva una actitud interior en la que afirmamos todas las experiencias y contenidos del cuerpo emocional, y en la que contemplamos las imágenes y sensaciones que aparecen espontáneamente, sin rechazar o enjuiciar nada de ello, puesto que de esta forma nuestro yo superior puede asumir el «mando» e imbuir en todo nuestro ser las energías espirituales de nuestro cuerpo energético supremo.
Cuando las vibraciones de nuestro cuerpo espiritual se unen con el cuerpo emocional y lo penetran, éste comienza a vibrar más rápidamente y empieza a expulsar las energías negativas almacenadas, que tienen frecuencias menores. Con ello perdemos el recuerdo emocional de estas experiencias y podemos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás.
A medida que aumenta la disolución de las estructuras emocionales estancadas, el cuerpo emocional comienza a irradiar profundos sentimientos de amor y de alegría incondicional. El aura emocional luce entonces con los colores más claros, intensos y transparentes, y los mensajes que emite al entorno atraen la felicidad y el amor.
Una capacidad rayana en lo milagroso para atraer todo lo deseado, es la consecuencia natural de un cuerpo emocional plenamente integrado que vibra con las frecuencias máximas que le son posibles.
3. CUERPO MENTAL
Es el menos estático de todos los cuerpos sutiles. Está directamente influenciado por nuestro estado mental del momento, y es el responsable de impulsar los demás cuerpos sutiles. Está asociado a los chakras del corazón, timo y cuello. Sus colores son el verde, el turquesa y el azul.
Nuestros pensamientos e ideas, y nuestros conocimientos racionales e intuitivos, son portados por el cuerpo mental. Su vibración es mayor que la del cuerpo etérico y la del cuerpo emocional, y su estructura es menos compacta. Es de forma ovalada, y en el desarrollo superior del hombre, su volumen puede extenderse hasta ocupar aproximadamente el mismo espacio que el cuerpo emocional y el aura emocional juntos. La irradiación áurica del cuerpo mental tiene un alcance de unos cuantos metros más.
En una persona poco desarrollada mentalmente, el cuerpo mental tiene la apariencia de una sustancia blanca lechosa. Los pocos colores existentes son apagados y sin brillo, y su estructura aparece relativamente opaca. Cuanto más vivos son los pensamientos y cuanto más profundos son los conocimientos intelectuales de una persona, tanto más claros e intenso son los colores que irradia su vehículo mental.
Al igual que el cuerpo emocional, el cuerpo mental también posee una octava mayor y una octava menor. Sus frecuencias menores se manifiestan en el pensamiento lineal del entendimiento racional, a través del cual buscan su acceso a la verdad la mayoría de las personas. Este tipo de actividad racional se basa en las percepciones del plano físico. Junto a esto, el cuerpo físico y sus sentidos recogen informaciones que transmiten al cuerpo emocional a través del cuerpo etérico; el cuerpo emocional transforma las informaciones en sentimientos y los retransmite después al cuerpo mental, que, a su vez, reacciona ante ellos con la formación de pensamientos verbales.
Con frecuencia, debido a la influencia del cuerpo emocional y de sus estructuras emocionales no liberadas, las informaciones se distorsionan y el pensamiento se tiñe. Surgen esquemas mentales recurrentes a través de los cuales enjuiciamos los acontecimientos de nuestro mundo. Esto significa que el entendimiento racional no es ni mucho menos imparcial y objetivo, aun cuando se persiga esa cualidad.
Los pensamientos que surgen en el cuerpo mental por esta vía generalmente giran en torno al bienestar personal y a los intereses del devenir terrenal y mundano. En este caso la solución racional de los problemas se convierte en la función principal del cuerpo mental. Sin embargo, esto significa una distorsión de su carácter original y una limitación de sus capacidades.
La auténtica función del cuerpo mental consiste en recoger las verdades universales que le llegan del plano del cuerpo espiritual e integrarlas con el entendimiento racional, que las transfiere a las situaciones concretas y lleva a una solución del problema en consonancia con las leyes universales.
Los conocimientos que de esta forma nos llegan del plano espiritual de nuestro ser se manifiestan en forma de intuiciones repentinas, a menudo en imágenes o incluso en sonidos que después se transforman en pensamientos verbales. Nos permiten mirar al interior de la auténtica naturaleza de las cosas y tienen una estructura holográfica, al contrario que el entendimiento lineal que parte de la concepción racional.
El acceso a la octava superior del cuerpo mental lo encontramos en una unión del chakra frontal con el chakra coronal. Si el cuerpo mental está plenamente desarrollado, se convierte en el espejo del cuerpo espiritual, y el hombre realiza en su vida la sabiduría y el conocimiento integral del yo superior.
4. CUERPO BÚDDHICO (cuerpo Causal)
Encierra el secreto de la planificación de nuestra vida. En él se recoge toda la información acerca de nuestro karma y nuestro dharma. Está asociado al chakra del tercer ojo. Su color es el añil.
El cuerpo causal debe su nombre al hecho de que en el mismo residen las causas que se manifiestan como efectos en los planos inferiores; puesto que las experiencias de vidas pasadas acumuladas en el cuerpo causal, son el origen de la actitud general que asumimos hacia la vida, así como las acciones emprendidas.
En sánscrito el cuerpo causal recibe el nombre de Karana Sharira; «Karana» significa causa.
No existe el hombre, el ser humano real, en tanto el cuerpo causal no viene a la existencia. Todo ser individual ha de tener necesariamente un cuerpo causal; en efecto, lo que constituye la individualidad es la posesión del cuerpo causal.
La inmensa obra realizada antes del nacimiento del cuerpo causal, tiene por objeto y finalidad construir y desarrollar la materia de los planos físico, astral y mental inferior, hasta que lleguen a convertirse en habitáculo adecuado para el Espíritu Divino que ha de ocuparlos bajo la forma de un ser humano.
Según se describe, en su principio el cuerpo causal o aspecto-forma del hombre real, es una delicada película de la materia más sutil, apenas visible, que marca el principio de la vida individual separada. Esa delicada, casi incolora, película de la materia más sutil, es el cuerpo que perdurará durante toda la evolución humana: en él —el hilo del yo o Sutratma— se irán ensartando las encarnaciones sucesivas.
El cuerpo Causal es el receptáculo de todo lo duradero, es decir, únicamente de lo noble y armonioso, lo que esté de acuerdo con la ley del Espíritu; pues todo pensamiento grande y noble, toda emoción pura y elevada, asciende y su esencia entra a formar parte de la sustancia del cuerpo causal. De manera que éste es un verdadero registro —el único registro verdadero — del crecimiento del hombre y de la etapa de evolución que éste haya alcanzado.
Todos los diversos cuerpos del hombre han de ser considerados como envolturas o vehículos que permiten al Yo actuar en alguna región determinada del universo.
Del mismo modo que el hombre utiliza un vehículo para viajar por tierra, una embarcación para desplazarse por el mar y un globo o un avión para hacerlo por el aire, así el Yo, el hombre real, utiliza sus diversos cuerpos, cada uno con una finalidad específica, pero que siempre es el mismo, cualquiera que sea el cuerpo que utilice en un momento dado. En relación con el hombre, todos estos cuerpos son transitorios, son sus instrumentos o sirvientes; se desgastan y son renovados, una y otra vez, adaptándose a sus diversas necesidades y a sus poderes en constante desenvolvimiento.
Más específicamente, como la mente es dual en su funcionamiento, el hombre necesita, y por tanto, dispone de dos cuerpos mentales. Como vimos en el cuerpo mental, éste, propiamente dicho, sirve de mente concreta; el causal, similarmente, es el órgano del pensamiento abstracto.
En el pensador, morador del cuerpo causal, están comprendidos todos los poderes que clasificamos como mente, a saber: memoria, intuición y voluntad. El pensador recoge todas las experiencias de las vidas terrenas por las que pasa, para trasmutarlas en sí mismo, mediante su propia alquimia divina, en esencia de tales experiencias y en conocimiento que es sabiduría. Aún en una corta vida terrena distinguimos entre el conocimiento que adquirimos en la misma y la sabiduría que, gradualmente, destilamos de tal conocimiento. Sabiduría es el fruto de la experiencia de una vida; la posesión culminante de los ancianos. En sentido más amplio y profundo, sabiduría es el fruto de muchas encarnaciones, el producto de mucha experiencia y conocimiento. En el pensador, por tanto, se reúne el acopio de experiencias, recogidas en todas nuestras vidas pasadas y cosechadas en muchos renacimientos.
5. CUERPO ESPIRITUAL
El cuerpo espiritual se mantiene de encarnación en encarnación. En él permanece oculto nuestro espíritu, nuestro yo divino. Está relacionado con el chakra coronal. Su color es el violeta.
Es el que mayor frecuencia de vibración posee de todos los cuerpos energéticos. En personas que aún son demasiado inconscientes en el plano espiritual, se extiende conjuntamente con su aura sólo un metro aproximadamente alrededor del cuerpo físico. Por contra, el cuerpo y el aura espirituales de personas totalmente despiertas, pueden irradiar hasta varios kilómetros de distancia, con lo cual la forma ovalada original se transforma en un círculo regular.
Si has tenido alguna vez la oportunidad de estar en presencia de un maestro iluminado, tal vez habrás observado que la atmósfera cambia repentinamente cuando te alejas algunos kilómetros de él. La experiencia de la luz, de la plenitud y del amor que puede llenarte en la cercanía de un maestro, pierde su intensidad tan pronto como sales del área de su aura.
El cuerpo espiritual y su aura irradian en los colores más suaves, que al mismo tiempo poseen una fuerza de iluminación indescriptiblemente profunda. Del plano espiritual del ser fluye incansable la máxima y más radiante energía hacia el cuerpo espiritual. A medida que esta energía va transformándose en frecuencias menores, inunda también el cuerpo mental, el cuerpo emocional y el cuerpo etérico. Aumenta las vibraciones de estos cuerpos, de forma que en su ámbito de acción correspondiente pueden encontrar su máxima forma de expresión. Hasta qué punto podamos percibir conscientemente, absorber y aprovechar esta energía, depende del desarrollo de los chakras.
A través del cuerpo espiritual experimentamos la unidad interior con toda la vida. Nos une con el ser puro y divino, con la razón original omnipresente de la que han surgido y continúan surgiendo todas las manifestaciones en la creación. Desde este plano tenemos un acceso interior a todo cuanto existe en la creación.
El cuerpo espiritual es esa parte divina que hay en nosotros, que es inmortal y que perdura a toda la evolución, mientras los demás cuerpos no materiales se disuelven paulatinamente a medida que el hombre va desarrollándose a través de los niveles de conciencia que exige una existencia en el plano terrenal, en el plano astral y en el plano mental.
Sólo a través del cuerpo espiritual es posible conocer la fuente y el destino de nuestra existencia y comprender el auténtico sentido de nuestra vida. Cuando nos abrimos a sus vibraciones, nuestra vida cobra una calidad completamente nueva. En todas nuestras acciones somos llevados por nuestro yo superior, y nuestra vida manifiesta la sabiduría, la fuerza, la bendición y el amor universal, que representan las cualidades naturales del aspecto supremo de nuestro yo.
Fuente: EnergiaInterior