El mala es un collar de 108 bolas. Es usado en la tradición budista, principalmente en las escuelas tibetanas, para la recitación de mantras. Se compone de 108 cuentas de diferentes materiales que unidas forman una especie de “collar” que se coloca ya sea en el cuello o en el brazo izquierdo. Presenta tres divisiones marcadas en las cuentas 27, 54 y 81 dividiéndolo en tres partes exactas. Tiene una cuenta más grande o Gurú que es en donde inicia y termina el mala. Al final de esta mala pueden tener una serie de filamentos o dos cuentas, una redonda y una cilíndrica (como en el caso de los malas tibetanos) que representan la sabiduría de todos los Budas y la inherencia de todo fenómeno respectivamente. En el Budismo, el número 108 tiene también varias representaciones. Según el budismo existen 108 tipos de oscurecimientos mentales que impiden ver claramente o con la vista de un Buda, despierto o iluminado. Estas 108 kleshas (oscurecimientos o venenos) provienen a partir de la siguiente formula: Las tres formas de experiencia (positiva, negativa o neutra) multiplicada por los 6 sentidos (vista, oído, tacto, gusto, olfato y conciencia o mente) nos da un total de 18. Luego estos 18 por las dos formas de experimentar toda experiencia ya sea como apego o aversión nos da 36. Y estas 36 multiplicadas por las tres formas de tiempo (presente, pasado y futuro) termina por dar el número de 108. Cuando el ser es capaz de superar estas 108 kleshas, entonces, alcanzará el nirvana o la iluminación. Está dividido en tres partes porque al igual que el número 108, el número 3 representa: 1. Los tres tiempos (pasado, presente y futuro). 2. El cuerpo, palabra y mente (importantes a purificar). 3. Los tres venenos (odio, avidez e ignorancia) o las Tres Joyas (el Buda, el Dharma y la Sangha). El mala debe girarse en dirección a las agujas del reloj, con los dedos pulgar (que representa la divinidad o el estado del Buda) y el dedo índice (que representa el ser individual). Todo esto representa la unión de lo divino con lo individual, o la búsqueda de la budeidad. Al llegar a la cuenta final y para continuar el conteo de mantras, se debe girar el mala de forma que no se pase sobre la cuenta Gurú, y se reinicia de nuevo el conteo. Algunos malas poseen contadores extras entre las cuentas 8 y 9 con aros que sirven para realizar conteos de décimas y centésimas en la recitación de mantras.
Los materiales tradicionales de los que se ha hecho el mala son la madera (del árbol Bodhi o donde alcanzó la iluminación el Buda histórico), de sándalo e incluso de hueso animal o humano (son usados solo por personas espiritualmente elevadas por su carga kármica). Ni los animales ni los humanos son asesinados con fines de realizar el mala. El mala es todo menos un artículo de joyería, de lo contrario solo pasaría a incrementar nuestro ego. Budismo
La meditación vipassana es una de las más antiguas de la India. Se practica desde
hace más de 2.500 años y es la meditación a través de la cual Buda se iluminó.
Hay cientos de métodos de meditación pero quizás la
vipassana tiene un status único.
Del mismo modo que ha habido miles de místicos, Siddharta
Gautama el Buda es una singularidad en sí mismo.
La palabra vipassana significa “ver las cosas tal como son”.
El significado en pali es “mirar”, “observar”, “ver”. En otras palabras, “ser
testigo u observador”. Por lo tanto, la práctica vipassana se basa en
“observar”.
Siddharta Gautama el Buda escogió una meditación que puede
ser llamada la meditación esencial, la práctica esencial. Todas las demás técnicas
de meditación son diferentes formas de observación. El “observar" es
fundamental en la meditación, no puede ser omitido, está presente en toda clase
de meditación como una parte esencial; si no hay observación, no hay meditación.
Buda ha suprimido todo lo demás y se ha quedado sólo con la
parte esencial: "el observar".
La meditación vipassana es la práctica de observar tu
respiración; simplemente, observar la acción de inspirar y espirar. Ponemos
nuestra atención en el aire que entra y en el aire que sale de nuestro cuerpo.
Es tan simple como observar cuatro pasos:
El primer paso es el aire que entra. Observamos la
inspiración.
El segundo paso es, una vez que el aire ha entrado, hay una
pausa; la acción de respirar se detiene un momento. Son tan solo unos segundos.
A continuación, el tercer paso, es el aire que sale.
Observamos como espiramos.
Y finalmente, el cuarto paso es la pausa que hay una vez que
el aire ha salido del todo. También son tan solo unos segundos.
Si puedes observar estos cuatro pasos, te darás cuenta de
que la mente no interviene. No hay pensamientos. Esta práctica de observar la
respiración, te ancla en el momento presente, y en el presente no hay mente;
ésta se detiene, desaparece.
Es justo en este punto en el que puedes sentir tu verdadera
esencia. Este espacio en el que no hay mente, es consciencia, es el ser, y es
tu verdadera naturaleza.
Por tanto, “tú eres el espacio que hay entre dos
pensamientos; esa brecha que está en medio y que solo puedes percibir cuando
estás en silencio.” (Eckhart tolle). Cuando estás alerta. Eres ese vacío de
contenido, ese silencio en el que no hay ningún objeto ni concepto.
En la meditación vipassana el ritmo de la respiración es
natural. No tienes que hacer inhalaciones largas y profundas; no tienes que
exhalar de manera diferente de la normal. Toda tu atención debe estar enfocada
en un punto, observando, estando alerta.
Observar no es una cualidad de la mente, sino de la
consciencia, por lo que tu consciencia debe estar enfocada solo en un único
punto.
Al principio te distraerás muchas veces, aparecerá la mente
con sus imágenes y pensamientos y te perderás en ella. Cuando te des cuenta de
que te has distraído, no te sientas culpable, simplemente vuelve a observar la
respiración. Vuelve a enfocar tu atención en el momento presente.
Allá donde ponemos la atención, eso se intensifica, crece,
se incrementa y es lo que acaba siendo parte de nuestra vida. En cambio,
aquello donde dejamos de poner la atención, acaba desapareciendo. Por tanto,
mientras practiques la observación, con la atención enfocada en el aquí y
ahora, por ejemplo en la respiración, poco a poco, la mente interferirá cada
vez menos. Cada vez aparecerán menos pensamientos, y llegará un momento en el
que notarás que la mente ha desaparecido por completo, se ha calmado. Justo en
ese momento sientes que eres solo presencia, presencia sin contenido; no hay
nadie ahí, absolutamente nada, ni objetos ni contenido, todo está vacío, pero
eres consciente de ese vacío y ausencia de movimiento y contenido. Todo lo que
hay ahora es únicamente “estar siendo”. Solo ser. Descansar en lo que realmente
Soy.
La meditación vipassana no se limita únicamente a sentarse a
meditar y observar la respiración, también se puede realizar durante nuestras
actividades diarias.
Si puedes observar tu respiración, también puedes empezar a
observar otras cosas: cuando camines, observa que estás caminando; cuando comas
tu comida, observa que estás comiendo; observa cómo masticas los alimentos,
observa su sabor y observa cuando los ingieres. Cuando te estés duchando,
observa como el agua va cayendo sobre ti; observa la agradable sensación. Cada
cosa que estés haciendo, obsérvala, permanece atento a todo lo que está
sucediendo en este momento, en el aquí y ahora. De esta manera, estarás
meditando en cada una de tus actividades cotidianas.
LOS TRES PASOS DE LA MEDITACIÓN VIPASSANA SON:
Hay tres pasos en la observación:
1. El primer paso en
la meditación vipassana es observar los actos del cuerpo.
Se empieza por lo más simple; el cuerpo es lo más fácil de observar.
Es fácil observar como mi mano se mueve. Puedo observarme a
mí mismo caminando por la calle, puedo observar cada paso mientras camino.
Puedo observar cuando estoy comiendo; observo cada bocado y observo el sabor y
qué sensación hay en mi cuerpo al ingerir cada alimento. Cada acto del cuerpo
lo observo con determinación.
Mientras observas tu cuerpo, estando bien atento y alerta, te
asombrarás con nuevas experiencias. A medida que vas observando en silencio
todos los actos de tu cuerpo, permaneciendo en el momento presente, sentirás una
cierta paz y un cierto silencio. Sentirás cierta gracia y gozo.
Buda acostumbraba a pasear tan despacio que muchas veces le
preguntaban porqué andaba tan lentamente. Él decía, «Es parte de mi meditación.
Siempre caminar como si estuvieras adentrándote en un río de agua fría en
invierno; despacio, alerta, porque el agua del río está muy fría; alerta porque
la corriente es muy fuerte; observando cada uno de los pasos porque puedes
resbalar con las piedras del río».
El método es siempre el mismo, sólo cambia el objeto de
observación con cada paso.
2. El segundo paso es
observar la mente.
Ahora puedes moverte en un estado más sutil: observar tus
pensamientos.
Si has sido capaz y has logrado observar el cuerpo, no va a
haber ninguna dificultad.
Los pensamientos son ondas sutiles, son como las ondas de
radio, hay movimiento, ir y venir, pero a pesar de ser tan sutiles, son tan
materiales como tu cuerpo. No son visibles, como tampoco el aire es visible,
pero el aire es tan material como las piedras. Así también son tus
pensamientos, materiales pero invisibles.
Éste es el segundo paso, el paso medio. Te estás moviendo
hacia la invisibilidad, pero todavía es material.
Observa tus pensamientos, pero debes observarlos sin juzgar.
En el momento en que empieces a hacer juicios, dejarás de observar, empezarás a
pensar y te involucrarás en tus pensamientos. Te identificarás con la historia
que hay en tu mente y te olvidarás de observar. Habrá un completo apego e
identificación con esos pensamientos y ahí volverás a caer en el estado
inconsciente, en maya.
Simplemente observa tus pensamientos como si fueran nubes
pasando por el cielo. Ellos vienen y se van. Tú, la conciencia que observa,
siempre estás aquí, nunca vas y nunca vienes. Observa sin juzgar; las nubes no
son ni blancas ni negras, ni buenas ni malas, simplemente son nubes. Lo mismo
ocurre con los pensamientos.
No hay antagonismo en contra de hacer juicios. La razón por
la que no hay que juzgar es porque en el momento en que empiezas a juzgar,
dejas de observar, empiezas a pensar y te involucras en tus pensamientos.
No te conviertas en un participante, ya sea para adular o
para valorar o para condenar. No participes en la historia de tu mente. No
debes de adoptar ninguna actitud respecto a lo que está pasando en tu mente. Simplemente
observar los pensamientos como vienen y van, sin involucrarte en ellos, sin
hacerlos personales, no busques un sentido de ti mismo, una identidad, en
función de esos pensamientos. Solo son pensamientos.
“Un pensamiento sin creencia no tiene poder, pero un
pensamiento con creencia puede empezar una guerra” (Mooji).
Cuando observas sin enjuiciar, te encuentras con una gran
sorpresa: poco a poco, a medida que tu observación se va asentando, vienen menos
pensamientos. Cuanto más permanezcas como el observador, menos pensamientos
habrá. Y llegará un momento en el que ya no habrá más pensamientos; la mente
habrá desaparecido. Ya no habrá movimiento ni contenido, tan solo quedará el
silencio, el vacío. Entonces se refleja la realidad tal y como es. Sin
interpretaciones mentales condicionadas por tus samskaras (impresiones pasadas
y huellas en el subconsciente). Te conviertes en un espejo porque reflejas la
realidad tal y como es. Y un espejo nunca juzga, tan solo refleja aquello que
es.
Éste es uno de los grandes logros de la meditación. Has
recorrido la mitad del camino y ésa es la parte más difícil. Ahora sabes el
secreto y el mismo secreto debe ser aplicado a diferentes objetos.
De los pensamientos debes moverte a experiencias más
sutiles: las emociones, los sentimientos, estados de ánimo, etc.
3. El tercer paso es
observar el corazón.
Ahora puedes hacer lo mismo con tus emociones; sentimientos,
estados de ánimo, etc. Pasamos de observar los pensamientos a observar el
corazón, sin juzgar, sólo observando.
Te darás cuenta de que la mayoría de las emociones te
poseen; estás totalmente involucrado en ellas, completamente identificado,
poseído por tus emociones. Tú y tus emociones parecéis ser lo mismo. Has creado
una historia personal al identificarte con tus pensamientos y surgen las
emociones como respuesta que hace el cuerpo en función de esos apegos.
Por tanto, observa esas emociones. Cuando las observes, poco
a poco éstas dejarán de poseerte. Pues a medida que las vamos observando sin
identificarnos con ellas, sin estar agarrados a ellas, se va haciendo un
espacio entre lo que realmente soy, presencia consciente, y las emociones. Este
espacio se va haciendo más grande a medida que nos vamos desidentificando de
las emociones. Ahora puedes ver claramente que Tú estás aquí y las emociones
están allá. Hay un espacio entre tú y ese movimiento. Tú no eres esas
emociones, eres la conciencia que las observa.
Observando el corazón, la experiencia es que ahora nada te
posee. Observas la ira como viene y se va, pero tú no estás rabioso. La
tristeza viene y se va, pero tú no te pones triste. La alegría viene y se va, pero
tú no te vuelves alegre. Todo aquello que se mueve en las profundas capas de tu
corazón, no te afecta a ti para nada. Tan solo permaneces como el observador. Tus
emociones ya no te afectarán en absoluto, ya no serás un esclavo de tus
emociones, pues estarás totalmente establecido en tu verdadera esencia,
presencia consciente que observa todo el movimiento sin agarrarse a él.
Entonces serás el amo y señor. Podrás controlar tus emociones.
Por primera vez empiezas a probar algo de lo que es ser un
maestro. Ya no eres más un esclavo al cual se puede empujar y tirar de aquí y
de allá, al que cualquier emoción y cualquier sentimiento, al que cualquiera
puede molestar por cualquier trivialidad. Ahora ya nada se apodera de ti, nada
te molesta. Tú eres la
Presencia consciente que no puede ser afectada por
absolutamente nada. Eres como el espacio que no es afectado por el humo. Eres
como la pantalla de cine que no es afectada por la película. Estás más allá de
toda manifestación, de todo pensamiento, de toda emoción, y puedes ver
claramente que nada puede afectar lo que realmente eres. Únicamente cuando hay
identificación con los pensamientos, con el cuerpo y con el mundo, es cuando
hay afectación.
Cuando te conviertes en un observador del tercer paso, te
conviertes por primera vez en un Maestro. Nada te molesta, nada se apodera de
ti. Todo queda lejos, pues tú estás más allá de todo. Estás liberado.
Éstos son los tres pasos de la meditación vipassana, los
cuales te llevan a la puerta del templo, que está abierta.
Cuando te has convertido en un perfecto observador de tu
cuerpo, de tu mente y de tu corazón, entonces, ya no puedes hacer nada más;
entonces debes descansar en “estar siendo” y el cuarto paso sucederá.
Cuando la perfección es completa en estos tres pasos, el
cuarto paso sucede por sí solo como recompensa. Es un salto cuántico del
corazón al Ser, al centro mismo de tu existencia. Tú no puedes hacerlo,
simplemente sucede. No intentes darlo, porque si intentas dar este paso, ten
por seguro que fracasarás. Es un suceso.
Tú preparas los tres pasos, el cuarto paso es una recompensa
de la existencia misma; es un salto cuántico. De repente, tu energía vital, tu
individualidad se expande y se fusiona con la Totalidad. Esto
es Samadhi.
Éste es el cuarto paso y sucede por sí solo. Has llegado al
final de la búsqueda y has encontrado la verdad misma de la existencia. Has
llegado a casa. Ahora eres libre.
“La separación es una energía contraída. Y la liberación es
simplemente el derretimiento y retorno de esa energía en el Todo” (Tony
Parsons).
Cuando llegas al último punto de tu Ser, tienes la
experiencia de la auto-realización. Es el reconocimiento y revelación de lo que
Eres Verdaderamente. Has experimentado la Gran Verdad. Y este tesoro está
escondido en tu interior.
Puedes llamarlo Autorrealización, puedes llamarlo
Iluminación, puedes llamarlo Liberación, pero no hay nada más allá de esto. Has
llegado al final de la búsqueda, y has encontrado la verdad misma de la Existencia y el gran
éxtasis y gozo que trae alrededor de sí.
A medida que vas más hacia adentro, te encuentras con
espacios más y más hermosos, puntos más y más luminosos. Son silencios más y
más profundos que no son solamente la ausencia de ruido, sino la presencia de
una canción sin sonido. Es la
Vida misma en estado Puro.
No es trabajo, es descansar en el no-hacer. Sientes una
tremenda gratitud hacia toda la existencia. Esa gratitud es la única y
auténtica oración. Esta gratitud emerge de tu interior, de tu corazón, como una
fragancia saliendo de las rosas.