La Conciencia Pura experimenta en los tres estados : estado de vigilia, estado de sueño con sueños y estado de sueño profundo.
1. El estado de vigilia es la experiencia con el cuerpo. En este estado hay mucha identificación con el cuerpo-mente y por tanto, con el mundo. Es este estado el "yo" es muy intenso debido a las formas separadas manifestadas. Hay una multiplicidad de formas que están separadas unas de otras, pero son solo apariencias mentales, proyecciones de la mente. Este estado es cambiante; el cuerpo nace y muere, los pensamientos son cambiantes, pues van y vienen, hay movimiento, las emociones también son cambiantes. Todo lo que es cambiante tiene un principio y un final, es impermanente, por tanto, está sujeto a la muerte. No es real.
2. El estado de sueño con sueños es la experiencia sin el cuerpo. En este estado la identificación es más sutil. También hay identificación con un cuerpo y una historia. Pero tanto el cuerpo como la historia es totalmente distinta al cuerpo del estado de vigilia y también la historia y situación de vida es diferente. ¿Dónde están todas mis posesiones, mi familia, mi trabajo, mi casa, mi cuerpo físico, etc.? Es aquí cuando hay una clara visión de que el estado de vigilia no es real, ya que en el estado de sueño con sueños se experimentan diversas historias constantemente. Este estado también es cambiante, los sueños son distintos y cambiantes, hay un principio y un final, un movimiento, una impermanencia, por tanto, tampoco es real. 3. El estado de sueño profundo es la "no-experiencia". No hay experiencia, no hay cuerpo ni mente, no hay historia ni hay yo. En este estado el yo vuelve a la fuente y por tanto, hay un profundo descanso. Al no haber identificación, hay un gran descanso. Este estado también es cambiante, impermanente, por tanto, tampoco es real. No hay cuerpo, ni mente, ni experiencia, ni yo. Al no haber yo, no hay mundo manifestado. Entonces ¿qué es lo que queda? Nada, absolutamente nada. Y ¿qué es consciente de esta nada? Esto que es consciente de esta nada es lo que realmente eres; Conciencia pura y absoluta. Esta conciencia que siempre es consciente de toda experiencia y no-experiencia. Esta conciencia que es permanente, que no cambia, que es siempre la misma. Esta conciencia que nunca está afectada por la experiencia, pues está más allá de toda experiencia. Es esta conciencia que no tiene nombre ni forma, que ni es alterada y que no puede ser descrita ni comprendida por la mente. Es simplemente esta Conciencia Pura Absoluta que está más allá del tiempo y el espacio y de toda manifestación. Esto que siempre Es, es la Realidad, y es tu verdadera esencia.
Viveka, discernir, es ver qué es real y qué es no real.
Sat es aquello que existe siempre más allá del cambio.
Todo lo que tiene nombre y forma está sometido a Vikara. Tiene un principio y tiene un fin. Asat es esto; todas las formas manifestadas que tienen un principio y un fin, que están sometidas al cambio.
Debo intentar discernir qué es lo real en mí. Discernir es ver qué es real y qué no es real.
El cuerpo tiene un principio y un fin, por tanto, es Asat.
El prana (energía vital) es totalmente cambiante, por tanto, es Asat.
La mente es cambiante, condicionamiento, por tanto, es Asat.
Las emociones, al igual que la mente, son cambiantes, por tanto, son Asat.
El intelecto es aquella parte de la mente con la cual asocio ciertas cosas. El intelecto tiene certeza y se asocia con ciertas nociones. Pero también son cambiantes. El intelecto depende de muchas cosas que cambian, por tanto, es Asat.
El estado de vigilia; estamos despiertos, no estamos durmiendo (descansando). En este estado todo está en el cambio, en el tiempo, en causa y efecto. Esto es el estado de vigilia, que lo experimentamos con el cuerpo físico. Este estado de vigilia también es cambiante, por tanto, es Asat.
El estado de sueño con sueños es un poco más sutil que la vigilia, también es cambiante, por tanto, es Asat.
El estado de sueño profundo es no experiencia, no hay experiencia. En este estado descansamos tanto porque no hay experiencia, porque el Yo vuelve a su estado sutil, a su estado no-manifestado. Cuando el Yo descansa en su estado no-manifestado, el mundo desaparece. A medida que el Yo se desvanece, también se desvanece el mundo, el cual es una proyección del Yo. Entonces descansamos. En este estado está la causa de toda ilusión. Este estado tampoco es permanente, es cambiante, por tanto, es Asat.
Lo real no está ni en la apariencia, ni en el cuerpo, ni en el prana, ni en la mente, ni en las emociones, ni en el intelecto, ni en el estado de vigilia, ni el de sueño con sueños, ni en el sueño profundo. ¿Dónde está lo real?
Si eliminamos todo esto, ¿qué queda? No queda nada.
Esta conciencia que es consciente de que no queda nada esto es lo real.
Esta conciencia observa todo el Lila, todo el drama, todo el baile del estado de vigilia, del estado de sueño y también observa esta ausencia de baile en el sueño profundo donde no ocurre nada. Pero hay una conciencia que es consciente de que no ocurre nada.
Esta conciencia está detrás de toda experiencia que tienes. Es la conciencia que hace que todo ocurra sin estar nunca afectada por nada. Sin estar en el tiempo, sin estar en la causalidad, sin depender de nada, porque es auto-luminosa, auto-creada, es absolutamente libre. Esta conciencia es la realidad, es lo que Eres.
Esta conciencia es lo que soy, pero mi mente aún se identifica con un cuerpo y con una mente y sufre o disfruta en acordancia. Mi mente se identifica con este mundo que parece tan real y que le dedico tanta energía y pensando que es el principio y el fin de todo. Viveka es cultivar esta conciencia que eres, esta conciencia real, pura y libre. Recordarlo una y otra vez ante las mil situaciones y retos que la vida nos va poniendo delante.
¿Quién soy? ¿Soy este cuerpo que sufre? ¿O soy esta conciencia que observa libre y dichosa viendo como el cuerpo sufre?
Cuando la Kundalini despierta, surge el discernimiento. El discernimiento es conocimiento, que es luz, y es lo único opuesto a la oscuridad.
Este destello de discernimiento es lo que me hace reconocer lo que soy realmente.
Toda la sadhana (práctica espiritual) trata de esto.
Mantenerse en Viveka es delicado, es poderoso, es mantenerse en el conocimiento, y cuando me mantengo en el conocimiento de lo que soy, solo luego surge el desapego.
Mientras no reconozco lo que soy, busco la felicidad fuera. Si no la encuentro en mi, ¿dónde la voy a buscar? En todo tipo de sensaciones, relaciones, etc. Pero si emerge Viveka (el discernimiento), entonces me reconozco como lo que realmente soy.
Es en la medida en que voy reconociendo que soy una conciencia pura que no le falta nada, sino soy un esclavo de las experiencias externas. Si alguien no me quiere, sufro. Cuanto dolor emocional, cuanto sufrimiento por no obtener aquello que yo deseaba, porque he perdido el discernimiento de saber quién soy.
En la medida en que tengo Viveka, tengo Vairagya (desapego), y por tanto, tengo menos deseos y menos sufrimiento.
En la medida en que tengo Viveka, que reconozco lo que soy, que soy dicha absoluta, soy más y más feliz sin razón.
En la medida en que este estado que viene de este discernimiento se va haciendo sólido, ¿qué ocurre de forma natural?
Viene la práctica de Satsampatti, los Seis Tesoros de la Virtud o Atributos de la mente, que son:
1. Sama: La mente se calma. Se aquieta porque ya no busca. Porque ya ha encontrado todo. La mente busca felicidad, si la encuentra en el interior (corazón), entonces deja de buscarla fuera.
2. Dama: quietud de los sentidos. Dominio de sí mismo. Cuando mi mente está inquieta, los sentidos buscan algo para entretenerse, para darme alguna felicidad. Cuando la mente está calma, los sentidos se calman también.
3. Uparati: El recogimiento interior. Cuando la mente y los sentidos están calmados, puedo mantenerme en contemplación de forma firme.
4. Titiksá: La paciencia. Tengo más fortaleza porque no estoy tan apegado al cuerpo ni a la mente.
5. Sraddha: La fé. Es confianza en la enseñanza del maestro, porque lo empiezo a experimentar, a vivir. Lo que mi gurú me decía ya se está vivenciando en mí. Ésta viene de forma natural cuando hay menos apego.
6. Samadhana: La estabilidad de la mente. Esto que reconozco en mí, lo empiezo a reconocer en todos los seres. Visión de igualdad. La esencia de todo lo demás es igual que mi propia esencia.
Cuando este Viveka se establece, la mente se calma, los sentidos se calman, puedo mantenerme en contemplación, tengo más fortaleza porque hay más desapego del cuerpo y la mente, tengo más fe y confianza y empiezo a ver la igualdad en todo; lo que veo en mí también lo veo en todo lo demás.
Y de forma natural viene otra joya, “Ahimsa”. No quiero dañarme a mi mismo, no quiero dañar a nadie, a ningún ser.
La práctica más conocida de todas en el Zen es el zazen.
zazen significa sentarse a meditar.
La meditación es una práctica oriental anterior al budismo.
Aparece en casi todas las religiones orientales. Muchos monjes lo veían como
una forma de traspasar los límites del cuerpo y acceder a un estado superior de
conciencia. Por ello, además de privarse de la ingesta de alimentos, también
podían llegar a estar durante horas en posiciones realmente incómodas. La
finalidad era dejar de prestarle atención al cuerpo y poder librarse de sus
constreñimientos.
Sin embargo, Buda rompió los votos de asceta al tomar unas
gotas de leche justo antes de obtener la iluminación. Y siguiendo su estela, el
budismo abandonó el camino del sacrificio y la mortificación.
La meditación no debía de ser un castigo para el cuerpo,
sino una forma de encontrar verdades supremas.
Es imprescindible la concentración, pero ésta no debe
suponer una mortificación.
El Zen toma su nombre de la meditación zazen, que es el camino
hacia la iluminación. Así que Zen y meditación van unidos.
La práctica de la meditación es todo lo que es el zazen,
sentarse a meditar. La meditación Zen procura una paz de espíritu increíble. En
un principio puede parecer que dejar la mente en blanco es una pérdida de
tiempo, pero es todo lo contrario, pues al relajarla es cuando verdaderamente
se pueden ver las cosas claras. Cuando empezamos a ser conscientes de los
espacios de silencio entre pensamiento y pensamiento, es justo en esos espacios
de silencio que vemos la realidad tal y como es, sin ningún tipo de
interpretación mental. Entonces, tenemos una visión clara de la realidad.
Con esa energía se consiguen muchos logros; desde tomar las
decisiones correctas hasta lograr la iluminación. Todo el proceso conlleva una
gran tranquilidad y el cese de tensiones internas.
Se recomienda meditar al menos una vez al día. Podemos
dedicarle diez o quince minutos, hasta media hora o una hora.
Las mejorías se empiezan a experimentar cuando se lleva ya
cierto tiempo practicando la meditación.
¿Cuáles son los
principales pasos a seguir para practicar el zazen?
1. EL LUGAR
Al ser la meditación una práctica continuada, es importante
tener un espacio dedicado exclusivamente a ello. Un entorno que genere paz, que
no esté contaminado con el resto de actividades que se llevan a cabo.
Una habitación silenciosa es indispensable, pues el ruido
puede desconcentrarnos.
Las horas más indicadas son a primera hora de la mañana o
antes de dormir. Pero se puede meditar a cualquier hora del día, dependiendo de
cada persona.
La meditación a primera hora de la mañana nos aporta paz
durante todo el día y la meditación por la noche nos relaja y ayuda a tener un
buen y reparador descanso.
La luz también es un factor importante. Se trata de
encontrar el equilibrio, ni mucha luz, ni poca luz.
La temperatura ambiental es otro aspecto a tener en cuenta.
La habitación en la que practiquemos zazen debe tener una temperatura media, ni
frío ni calor.
Estas sensaciones pueden provocar que uno se despiste y haga
más caso a su cuerpo que a su espíritu.
Tampoco debe haber aparatos eléctricos de ningún tipo.
La habitación debe estar limpia y sin polvo, pues la
respiración zazen es mucho más profunda que la normal y nos puede llevar a
aspirar ácaros.
Los maestros zazen recomiendan poner un pequeño altar con
una figura de Buda, un Bodhisattva o un Santo. Esta imagen sirve para apartar a
los espíritus que intentan despistarnos para que no alcancemos la concentración
necesaria.
En el altar se pueden poner flores, como ofrenda, quemar
incienso, su fragancia ayuda a la concentración, encender velas, pues nos crean
una atmósfera de serenidad, respeto y trascendencia.
2. EL INICIO DE LA MEDITACIÓN
Para empezar, debemos entrar en silencio.
Es preferible estar descalzado, de esta forma tendremos más
contacto con la superficie.
Es recomendable usar ropa muy cómoda.
Tener el “zafu” (el cojín redondo) o el “zabutón” (una
almohada plana o estera).
El zafu es considerado el asiento del Buda (antes de
alcanzar la iluminación, fabricó un cojín con hojas secas), debe ser tratado
con respeto (no lanzarlo por los aires, ni dar patadas).
Cuando llegamos a la sala, debemos mostrar honra al zafu;
juntando las palmas de las manos, por encima del pecho y realizando el gesto de
veneración. Tendremos que bordear el zafu por la izquierda y nos colocaremos en
posición de sentarnos sobre él.
El zafu está especialmente diseñado para que consigamos la
postura perfecta en la meditación, ya que ayuda a bascular la pelvis y permite
apoyar las rodillas en el suelo.
3. LA
POSTURA
La postura nace en el budismo de la India, que luego pasa a China
y luego a Japón. Es una postura muy importante porque lleva dentro cuerpo y
mente en unidad. Una unidad entre la persona y el orden del universo. Esta
postura permite a uno conocerse a sí mismo, volver a su verdadera naturaleza
divina. Y es lo que enseñó el Buda a través del zazen.
Esta postura, a través del Buda, se ha ido transmitiendo de
maestro a discípulo. Transmitieron la misma enseñanza del Buda, sin palabras,
en silencio. ¿Por qué en silencio? Porque las palabras engañan, interpretan,
condicionan la mente. La semilla sagrada está más allá de las palabras. Es el
silencio en el interior de nosotros. Zazen es la transmisión de la enseñanza
del Buda más allá de las palabras.
La postura de zazen es la más sólida y la más estable como
para poder estar concentrados en la práctica y poder mantenerse uno quieto y
despierto, alerta, sin dormirse.
Debemos sentarnos justo en el centro del zafu. Cruzamos las
piernas haciendo la postura del loto o del medio loto. Si esta postura no es
posible, se cruzan las piernas simplemente sin colocar el pie en el muslo
opuesto. Aun así, es esencial que las rodillas empujen el suelo. Lo más
importante es que las rodillas se apoyen en el suelo y que las nalgas estén bien
asentadas en el zafu.
Una vez hemos tomado esta posición, debemos estirar al
máximo la columna vertebral. Debe estar bien erguida, bien derecha. Alargar la
nuca, bien estirada y el mentón entrado. La nariz en la misma línea vertical
que el ombligo. Se empuja la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza.
Una vez que estemos seguros de haber tomado asiento de forma
adecuada, deberemos unir las palmas a la altura del plexo solar e inclinarnos
un poco hacia delante, como haciendo una pequeña reverencia. Esto en el Zen se
llama Gasshö, que significa, “una sola mente”. Cuando juntemos las palmas
deberemos inspirar por la nariz y al inclinarnos espiraremos lentamente el aire
por la boca.
Al inspirar de nuevo, volveremos a la posición vertical.
Entonces, llega el momento de colocar las manos. Ponemos la palma de la mano
izquierda sobre la palma de la mano derecha. Las palmas mirando hacia arriba.
Los dedos pulgares deben tocarse suavemente, formando una línea recta,
horizontal. Éste es el mudra del vacío.
Si estamos adoptando la postura adecuada, las manos quedarán
apoyadas en los talones de los pies.
La posición de las manos es muy importante. En muchas
ocasiones notaremos que cuesta aguantarla, pues el tono muscular es
insuficiente. Sin embargo, este problema se superará fácil y rápidamente con un
poco de práctica.
A continuación, los cantos de las manos en contacto con el
abdomen. Los hombros deben estar relajados. La punta de la lengua debe tocar el
paladar. La vista está puesta aproximadamente a un metro de distancia en el
suelo, sin mirar nada en particular.
Al principio, puede parecernos que esta postura es un poco
forzada, pero no es así, es la mejor forma de sentarnos, pues notaremos los
beneficios de esta postura.
Es muy importante, sobretodo al principio, de tomarse el
tiempo necesario para adoptar la postura correcta, no nos tenemos que
impacientar. Se trata de ir probando, de ir tomando consciencia de nuestro
cuerpo para luego poder olvidarnos de él.
Esta postura permite una unión entre el cuerpo, la mente y
la conciencia. Permite que los tres estén en equilibrio y lograr así la unión
con la totalidad.
4. LA
RESPIRACIÓN
Antes de empezar la meditación, antes de quedarnos
inmóviles, deberemos vaciar los pulmones del aire viciado. Para ello
inspiraremos fuertemente por la nariz y espiraremos por la boca, hasta notar
que ya no nos queda oxígeno. Repetiremos esto tres veces.
Después nos quedaremos inmóviles y empezaremos con la
respiración zen. Estamos preparados para meditar. Ahora viene el trabajo más
introspectivo e importante del zazen.
La respiración zen no se puede comparar con ninguna otra, es
muy antigua, en sánscrito se llama “anapanasati”, y solamente puede surgir de
una postura correcta.
Antes de todo se trata de establecer un ritmo lento, fuerte
y natural, basado en una espiración suave, larga y profunda. El aire se expulsa
lentamente y silenciosamente por la nariz, mientras que la presión debido a la
espiración, baja con fuerza al vientre. Al final de la espiración, la
inspiración se hace naturalmente.
Los maestros comparan el aliento zen con el mugir de las
vacas o con la espiración de un bebé recién nacido que grita.
El ritmo respiratorio es básico en el Zen y es el punto que
más dudas provoca.
Cuando nos ponemos a pensar en la forma en la que debemos
respirar, no sabemos cómo hacerlo. Es como si este acto involuntario se
convirtiera en un enigma insondable.
Lo mejor es empezar inspirando por la nariz y espirando por
la boca. Después, pasaremos a una respiración completamente nasal, en la que
tendrá especial importancia la espiración, que deberá ser lenta y profunda.
De todos modos, si seguimos teniendo problemas para
controlar nuestra respiración, lo mejor será primero pararse a observarla.
Antes de forzarnos a respirar de un modo concreto deberíamos saber cómo lo
hacemos. Ésta es la única forma de llegar a tener una respiración correcta
dentro de la meditación Zen.
Existen tres tipos de
respiración:
1. PULMONAR: Es la menos profunda de todas, pues actúa a un
nivel muy superficial. La inspiración es mucho más importante que la espiración.
Se emplean la caja torácica
y los músculos pectorales.
Normalmente es propia de personas nerviosas. Aporta muy poca
tranquilidad y en momentos de crispación puede acelerarse aún mucho más.
2. DIAFRAGMÁTICA: En este caso es como si el aire llegara
más adentro y también se expandiera por los lados. Resulta más profunda por la
presión que ejercen los músculos sobre la caja torácica, vaciándola un poquito
más que con la pulmonar.
Esta respiración supone también cierta relajación de los
músculos dorsales.
3. ABDOMINAL: Esta es la respiración más profunda y más
saludable para nuestro cuerpo. Provoca una especie de oleaje, que hace que la
presión sobre la caja torácica llegue al diafragma y de ahí a los abdominales.
Cuando respiramos así, vaciamos completamente los pulmones,
por lo que la espiración es mucho más importante que la inspiración.
Con la práctica, esta respiración puede hacerse llevar al
bajo vientre. Esto es lo que en Zen se llama “Hara”, que significa “océano de
energía”, en japonés.
Ésta es la respiración a la que deberíamos tender durante el
zazen.
5. LA ACTITUD DEL
ESPÍRITU EN LA MEDITACIÓN
Algunos maestros Zen recomiendan que no se piense
absolutamente en nada. Hay que dejar la mente en blanco. Esto es un principio
muy difícil y muchos practicantes se ponen muy nerviosos al no conseguirlo de
buenas a primeras. Se ha de entender el proceso en su totalidad.
Pensar absolutamente en nada, no significa que debemos
tratar de hacer todo lo posible para eliminar los pensamientos. Si hacemos
esto, estaremos generando más tensión y resistencia y los pensamientos nunca
desaparecerán. Lo que hay que hacer es lo siguiente: Sentados en zazen,
permitimos que las imágenes, los pensamientos, las construcciones mentales que
surgen del inconsciente, pasen como nubes por el cielo, sin oponerse ni
agarrarse a ellos. Permitimos que estén ahí. Los aceptamos. Simplemente los
observamos sin aferrarse a ellos.
No hay que censurar los pensamientos, éstos no son algo
malo. Y no pensar no significa que sea algo bueno. Lo importante es no entrar
en la dualidad, hay que abarcar los dos lados; el pensar y el no pensar. Entre
dos pensamientos hay un no-pensamiento. La naturaleza de la mente es el
movimiento, la mente nunca es fija, nunca bloqueada, siempre está en constante
movimiento. Si paramos de pensar, el movimiento se para, hay un estancamiento. Hay
que dejar la corriente de los pensamientos, de la mente, que fluya y
simplemente observarla sin poner resistencia, permitiendo que los pensamientos
estén ahí. Sin seguir los pensamientos, sin agarrarse a ellos, sin apegarse,
sin identificarse. Observamos los pensamientos, los aceptamos y los dejamos pasar.
Se trata de evitar tensiones y resistencia. Es decir, no
intentar silenciar los pensamientos a la fuerza, ya que esto hace que estemos
generando tensiones y entonces no hay relajación. Es importante observar los
pensamientos y permitir que estén ahí. Simplemente observarlos. La clave es
imaginar que son como nubes en el cielo que van pasando de largo. Van y vienen.
Así, su presencia no debe inquietarnos.
Como los reflejos en un espejo, las emanaciones del
subconsciente pasan y pasan una y otra vez y terminan por desvanecerse.
Lo más importante de la práctica del zazen es dónde ponemos
nuestra atención. Los maestros Zen recomiendan poner la atención en un punto y
mantenerlo fijo ahí todo el tiempo. Se puede poner la atención en una imagen,
en un objeto, y lo que es más recomendable es poner la atención en la
respiración.
La postura y la respiración consiguen que el córtex cerebral
esté en total reposo. La sangre llega a las capas más profundas del cerebro y
esto produce una sensación de paz y serenidad. El sistema nervioso se relaja y
podemos conectarnos con el cerebro más primitivo. También se desarrolla un
estado mental altamente intuitivo.
Y llegamos al inconsciente profundo, sin pensamiento, más
allá de todos los pensamientos. Esto, en japonés, se llama “hishiryo”, que
significa “más allá del pensamiento”. Ésto es la verdadera pureza.
Hishiryo, el viento de la conciencia, empuja los
pensamientos y éstos se desvanecen.
Esa actitud de espíritu surge naturalmente de una
concentración profunda en la postura y en la respiración, y permite así
controlar la actividad mental, resultando una mejora en la circulación
cerebral.
El córtex (la sede del pensamiento consciente) descansa
durante el zazen, mientras que la sangre fluye hacia las capas más profundas
del cerebro, las cuales, se despiertan de un estado de somnolencia, ya que
están mejor irrigadas. Su actividad da la impresión de bienestar, serenidad y
calma, liberando totalmente despierto, las ondas cerebrales del sueño profundo
“alpha” y “theta”.
Durante la meditación es normal que aparezcan pensamientos
en nuestra mente; que valoremos nuestros problemas, inquietudes, emociones,
etc., pero si nos concentramos en la postura y la respiración, podemos llegar a
un estado superior en que esas dificultades desaparecerán porque nuestra
conciencia se expandiría y se uniría a la totalidad. A esto se le llama tener
una conciencia cósmica. Es decir, la conciencia individual, limitada y
separada, se expande para fusionarse con la Fuente.
Se trasciende a un estado superior de conciencia en que los
problemas individuales se diluyen y se adquiere una paz que permite verlos como
procesos que ocurren, pero que no nos preocupan ni provocan reacciones
desagradables. Es el estado del Zen en el que podemos contemplar nuestra vida
desde la paz de espíritu.
El zen es muy simple, y al mismo tiempo bastante difícil de
comprender. Es cuestión de esfuerzo, constancia, paciencia y disciplina.
Simplemente sentado, si la postura, la respiración y la
actitud de tu espíritu están en armonía, entonces comprendes el verdadero zen y
percibes la naturaleza de Buda.
6. ERRORES MÁS COMUNES
Las sensaciones que se desprenden de la práctica del Zen son
muy variadas y en muchos casos resultan desconocidas para el principiante. Esto
puede conducirnos a un error. Pensar que estamos llegando a estados que en
verdad no son ciertos. Cuando se alcanzan estados Zen no hay ninguna duda.
Habitualmente cuando uno se plantea si es así o no, es porque no ha sucedido.
La meditación nos conduce a un estado de relajación
consciente, sin embargo, es fácil confundirlo con la relajación más
inconsciente, derivada del sueño. La diferencia básica es la respiración y el
tono muscular. Cuando nos acercamos a ese estado de ensoñación, llamado
“konchin”, perdemos la postura. Los músculos se relajan, lo que es justamente
opuesto a lo que buscamos. La respiración se convierte en involuntaria (como
ocurre durante el sueño) y no tenemos ningún control sobre ella. Bajamos la
guardia, dejamos de ser perceptivos y la conciencia se vuelve difusa.
Cuando esto ocurre, lo mejor es ser conscientes y regresar a
la postura inicial. Estirar la columna vertebral e impedir que los ojos se
cierren. Prestar atención de nuevo a la postura de las manos y volver a
controlar la respiración.
« Zazen es difícil, lo sé. Pero practicado cotidianamente es
muy efectivo para la ampliación de la conciencia y el desarrollo de la
intuición.
Zazen no solamente genera una gran energía, también es la
postura del despertar. Durante la práctica no hay que intentar lograr lo que
sea.
Sin objeto, es únicamente concentración en la postura, la
respiración y la actitud del espíritu. »Maestro Taisen Deshimaru
Para entender la filosofía Zen es imprescindible comprender el budismo y algunas de las principales religiones orientales. El Budismo tiene el objetivo de que todos los seres sean felices. No busca la salvación de sus almas, como la mayoría de las religiones monoteístas, sino que intenta apartar el sufrimiento de la vida. Para ello, Buda indagó sobre la raíz del sufrimiento. Todos estamos condenados a sufrir. ¿Por qué? Básicamente porque todo se acaba, porque estamos en un mundo en que todo es perecedero. La vejez, la enfermedad, la muerte, estamos continuamente expuestos a ellas y son la principal causa del sufrimiento. Para huir de él, nos aferramos a los momentos de alegría, pero éstos reportan aún más sufrimiento cuando acaban. La idea que mantiene el budismo es que atarse a este mundo sólo produce sufrimiento. Por ello, debemos buscar la iluminación: comprender que este mundo es ficticio, que vivimos rodeados de apariencias y somos nosotros los que decidimos creerlas ciertas. Existe un mundo imperecedero. Es donde están nuestras almas antes de llegar a la Tierra y donde vuelven a ir cuando morimos. En ese mundo, la felicidad es auténtica, porque no tiene fin. Por lo tanto, se ha de llegar a un estado que nos permita ver el universo en su totalidad y sirva para que seamos conscientes de que todo lo que damos por cierto no es nada más que apariencia. Todos nuestros actos tienen una reacción. Es la ley del karma. Y nosotros tenemos que equilibrar la balanza. Volveremos de nuevo a la Tierra para saldar las deudas kármicas de nuestra anterior existencia. Pero al vivir de nuevo, crearemos más karma y por tanto tendremos que volver de nuevo. Y así sucesivamente. La única forma de acabar con todo esto es trascender la ley del karma, pero no es fácil. El único camino es dejar de sentir las emociones que forman parte de las apariencias. No sentir rabia, ni ira, ni envidia, ni alegría, ni dolor. Comprender que todo esto son sólo engaños que no nos permiten evolucionar a un estado superior de consciencia. Sólo así, según el Budismo, se podrá acceder al Nirvana, un estado en que nos libraríamos de la cadena de reencarnaciones y formaríamos parte de todo el universo. En el Budismo, el Nirvana supone la aniquilación, la destrucción de la individualidad, que es la única forma de acabar con el sufrimiento. La única fuente que procura la felicidad absoluta. En el Budismo no existe el concepto de pecado. No hay nada que esté bien o mal, porque así lo mande un Ser Supremo. Cada cual busca la felicidad de la forma que puede. Dañar a los demás es perjudicial, porque incrementa el karma negativo, y es una forma de hacernos daño a nosotros mismos. Alcanzar la iluminación, ese estado que nos permite ver el mundo tal y como es y prescindir de las apariencias, no es un camino fácil. Para ello, es necesaria la meditación, que es la única forma de abstraerse de lo que nos rodea y conectar con nuestra verdadera naturaleza. El Budismo es la religión más individualista. Cada uno busca su propia iluminación, y como mucho, puede compartir sus conocimientos con otros que también anhelen llegar a este estado. Al pensar en el Budismo, la imagen que nos viene a la mente es la de monjes asiáticos, con la cabeza rapada, el manto rojo, meditando largas horas en busca de la verdad absoluta. Sin embargo, el Zen rompe completamente con este concepto. En la filosofía Zen, no hay necesidad de retirarse del mundanal ruido, no es necesario renunciar a todo, se puede vivir el día a día de forma mística para conseguir la paz de espíritu. El Zen es la disciplina de la iluminación. Y es que ése es su único objetivo. Los seguidores del Zen no teorizan sobre el origen y el final del mundo, no se dejan llevar por la metafísica, no es necesario recitar sutras ni dedicar horas a la meditación, ésta se puede llevar a cabo en cada una de las acciones cotidianas. La espiritualidad no es una renuncia al quehacer diario. El Zen se practica en la cotidianidad. Es una filosofía aplicable a cualquier tipo de vida, esto es lo que hace que sea una filosofía mucho más mística que ninguna otra, ya que no separa lo divino de lo humano, sino que convierte a cada acción humana en una forma de trascender y, por tanto, de encontrar la Iluminación. En el Zen, no se impone un camino o una serie de preceptos que el hombre deba cumplir. Casi todas las religiones tienen un objetivo y una razón para alcanzarlo: ser buenos para no ir al infierno, llegar a la iluminación para dejar de sufrir, esto no ocurre en el Zen. El Zen es la búsqueda de la espiritualidad por la espiritualidad. La naturaleza del ser humano ya es pura y elevada, por tanto, volver a ella implica liberarnos de todas las apariencias impuestas y regresar a un estado originario. La iluminación es un estado que ya tenemos de salida y no se trata de hacer grandes sacrificios para acceder a ella. El Zen apenas tiene normas y preceptos que se tengan que seguir al pie de la letra, es una doctrina muy libre. La meditación es una de las formas de encontrar el camino hacia la iluminación, por eso el Zen desarrolla muchas técnicas en este sentido. No se trata de una imposición, sino de una recomendación. La iluminación se puede alcanzar desde cualquier camino, cada uno tendrá que encontrar el propio para llegar a ese estado de liberación del sufrimiento. Es imposible encontrar un escrito que explique cómo se ha de vivir según el Zen, pues esto sería una contradicción en sí mismo. Una filosofía libre no tiene mandatos. El Zen se ha ido transmitiendo a lo largo de los siglos a través de maestros a sus discípulos. No se ha de intelectualizar lo místico, sino que se ha de vivir. No sirve el estudiar libros sagrados, el conocimiento llega gracias al ejercicio de la intuición. Los maestros del Zen no dan largas explicaciones teóricas, sino que plantean a sus alumnos situaciones que sirven para que ellos desarrollen su intuición. El Zen es una experiencia vivida, no pensada. El Zen intenta que se consiga la paz interior, ese estado mental en que no se fuerza nada, sino que todo fluye de forma natural. Por tanto sería contradictorio que para alcanzarlo uno tuviera que hacer un sobreesfuerzo intelectual. El maestro del Zen apunta directamente a la mente del alumno. Éste alcanza el estado de Buda desde su propia naturaleza y no desde la reflexión intelectual.
¿Cómo vivir según el Zen? Los valores Zen se pueden aplicar en nuestro día a día, no es necesario escapar del mundanal ruido e ingresar en un monasterio. Pero para vivir siguiendo la filosofía Zen, no se puede ser utilitarista, no se puede coger sólo aquello que nos gusta y utilizarlo en provecho propio. La meditación, por ejemplo, no es una única forma de relajarnos porque llevamos una vida demasiado acelerada. Hemos de comprender que no tendríamos que llevar un tipo de vida que no nos satisface y nos pone al límite de nuestras energías. Estaríamos haciendo un uso utilitario si lo que pretendiéramos fuera conseguir más energías para seguir llevando una vida en la que sólo prima la ambición por conseguir más bienes materiales. El Zen nos invita a hacer una reflexión sobre el ritmo que llevamos y a entender que debemos cuidar nuestra espiritualidad desde una actitud más elevada. No es que no podamos tener un trabajo normal ni ganar dinero, pero sí que deberíamos procurar aprender a poner todo esto en su sitio y a valorarlo en su justa medida. Para poder aplicar el Zen a nuestra vida diaria debemos comprender que es mucho más importante ser que tener. Vivimos en una sociedad en la que es muy importante poseer. Consumir bienes sirve para conseguir un estatus, pero ¿cuándo acaba esta ansia? No tiene fin. Por tanto nunca estará satisfecha, y ello nos condena a la infelicidad. Esta ambición por poseer nos impide ver lo esencial: no es importante tener, sino ser. La verdadera riqueza y abundancia es la que llevamos en nuestro interior y nadie puede robarnos. Nuestra riqueza es la más desconocida para la mayoría de la humanidad, es la que menos cultivamos, la que más olvidamos. Y eso nos lleva a una pobreza de espíritu que no se puede equilibrar con la posesión de cosas externas. Intentar encontrar fuera lo que no se tiene dentro es sinónimo de no sanear el interior. El Zen abre la puerta del gran tesoro interior. ¿Cómo compatibilizar esta filosofía oriental con la sociedad occidental en la que vivimos? La respuesta la hallaremos en la práctica continuada del “zazen”, la meditación. Con la práctica del “zazen”, podremos ver las cosas desde un punto de vista completamente diferente. Si estamos sometidos al miedo, a los deseos, a la inseguridad o a la ambición, lo que nos rodea resulta demasiado grave y acaba convirtiéndose en un gran problema. En cambio, cuando somos capaces de relajarnos, podemos actuar con mucha más libertad y las cosas fluyen de forma natural. Conseguir la calma espiritual es uno de los pasos que más nos acerca a la felicidad, pues supone dejar de sufrir por cosas que no merecen la pena. El Zen es un camino que nos conduce a la lucidez y a la paz de espíritu. Y desde la tranquilidad es más fácil asumir cualquier reto que se nos presente. Para llevar una vida Zen es imprescindible la presencia de un maestro. El Zen no tiene escrituras sagradas ni preceptos que seguir. Los conocimientos se han difundido durante siglos a través de maestros a discípulos, mediante la práctica oral. El maestro nos ayudará a encontrar la postura adecuada, a hallar la respiración idónea, a diluir las inseguridades. Él sabe valorar las actitudes de sus alumnos y sacar lo mejor de cada uno de ellos. Él conoce cómo ayudarlos en cada caso. El maestro Zen es un guía espiritual que ayuda a cada alumno a encontrar la llave para abrir su mundo espiritual, sin ser nunca un gurú o un predicador. No es un profesor, pues él no da sermones, su método es ayudar a despertar la conciencia de sus pupilos. La práctica del Zen es muy beneficiosa para la salud, aleja muchos trastornos y permite llevar a cabo un día a día mucho más sano. El primer efecto es la ausencia de estrés. El Zen consigue que cuerpo y mente logren una gran relajación, y esto supone un beneficio en el que se padecen menos enfermedades. El control de la respiración que se consigue mediante el “zazen” calma el ritmo cardíaco y regula la circulación. La exhalación profunda que se lleva a cabo durante la meditación, sirve para liberar a los pulmones del gas carbónico acumulado en ellos, y así se evitan enfermedades. El aire estancado en los pulmones produce opresión, ansiedad y nerviosismo. El “zazen” ayuda a bajar la tensión y el ácido láctico en sangre, que es el responsable de la agresividad y de la desestabilización hormonal y del sistema nervioso. La relajación corporal y el estiramiento de la columna vertebral sirven para combatir los problemas de espalda y contracturas musculares en general. La función del Zen no es curar, pero su práctica habitual puede mejorar las condiciones de nuestro organismo. La meditación “zazen” nos ayuda también a potenciar nuestras habilidades manuales, nuestra creatividad y nuestra intuición. La persona verdaderamente creativa es la que es capaz de ver más allá y proponer soluciones diferentes. La meta radica en no obsesionarnos sino en dejar que todo fluya de forma natural. Hay un dicho del maestro Dogen que dice así: “Mantened las manos abiertas, toda la arena del desierto pasará por vuestras manos. Cerrad las manos, sólo obtendréis un puñado de arena”. La metáfora significa que sólo hemos de dejar que las cosas ocurran y notar las sensaciones que despiertan en nuestro cuerpo y dejarnos guiar por nuestra intuición, a la que habremos despertado con las técnicas “zazen”.
¿Qué es la liberación? ¿liberación para quién? Es la liberación de la creencia de que eres "alguien". En realidad no hay nadie que se libera, es tan sólo el desvanecimiento de la creencia de que eres "alguien". Cuando el "yo" emprende el camino hacia la liberación, debe experimentar diversos procesos en los que debe silenciarse a sí mismo. La liberación es la ausencia de la identidad "yo". El "yo" no puede liberarse, ¿Cómo puede alguien liberarse de sí mismo? Lo único que puede hacer el "yo" es observar los espacios de silencio, de vacío, de ausencia de movimiento y contenido y descansar ahí. Pues únicamente el silencio y la ausencia de contenido es lo que realmente libera al "yo" de sí mismo, ya que éste se disuelve en el mismo instante en que la atención reposa en Yo Soy. Camino al Despertar
Todo en esta manifestación es experiencia, simplemente experiencia. Es el juego; jugar a experimentar. Y toda la experiencia es energética, es mental. Absolutamente todo es la misma energía de la mente creando formas y situaciones para poder experimentar. Y todo lo que se experimenta está condicionado por el pensamiento y las emociones, las cuales, también son formas de energía. Todo esto es real e irreal a la misma vez. Todo lo que se experimenta en este instante, en el momento presente, es real. La experiencia es real, pero las formas y situaciones son meras apariencias; simplemente energía en movimiento, mente en acción. Es como estar dentro de un videojuego en el que el escenario es proyección, apariencias, pero la experiencia de jugar en ello es real; el sentir es real. Todo es real e irreal al mismo instante. Lo que está sucediendo justo en este instante es real. Esto mismo que estás experimentando ahora mismo es real. Todo lo que observas es movimiento mental proyectado y manifestado en una especie de realidad virtual. Aquello que ya sucedió forma parte del pasado, de un continuo mental, el cual no es real. Justo lo que sientes ahora mismo forma parte de la experiencia, pues es la experiencia la que te hace sentir, tener emociones, apego y dolor. Es como estar dentro de un sueño en el que solo es real la experiencia, y al despertar te das cuenta de que todo ese escenario del sueño simplemente era eso, un sueño. La experiencia es lo único que te llevas. Todo queda registrado y almacenado en tus memorias, en tus registros akáshicos, en tu mente subconsciente. Todo este mundo es un misterio fascinante; es el mundo del "yo". El jugar a ser "alguien". Y toda la experiencia le sucede al "yo". Cuando centras toda tu atención en este "yo", puedes ver que la experiencia desaparece. Y lo que queda es una vasta ausencia de contenido y movimiento. Lo que realmente queda es la Vida misma sin experimentar. Camino al Despertar