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11 mayo 2017

EL FIN DEL SUFRIMIENTO


Normalmente igualamos el sufrimiento y el sentimiento, pero el sentimiento no es sufrimiento. Lo que es sufrimiento es apegarse al deseo.
El deseo no causa sufrimiento; la causa del sufrimiento es apegarse al deseo. Debemos reflexionar y contemplar delante de nuestra experiencia individual.
Tienes que investigar verdaderamente el deseo y conocerlo por lo que es. Tienes que conocer lo que es natural y necesario para sobrevivir y lo que no es necesario para sobrevivir.
Podemos ser muy idealistas y pensar que incluso la necesidad de comida es un tipo de deseo que no deberíamos tener. Se puede ser bastante ridículo en relación a esto. Pero Buda no era un idealista, ni un moralista. No estaba condenando nada. Estaba intentando despertarnos a la verdad para que pudiésemos ver las cosas claramente.
Una vez que hay claridad y visión, no hay sufrimiento.

Todavía puedes sentir hambre. Todavía necesitas comida sin que se convierta en un deseo.
La comida es una necesidad natural del cuerpo. El cuerpo no es el "yo"; necesita comida, ya que de otro modo se debilita mucho y muere. Esa es la naturaleza del cuerpo. No hay nada malo en ello. 
Si nos ponemos muy moralistas e idealistas y creemos que no somos nuestro cuerpo; que el hambre no es nuestro problema y que deberíamos incluso dejar de comer, esto no es sabiduría; es estupidez.

Cuando verdaderamente ves el origen del sufrimiento te das cuenta de que el problema es apegarse al deseo, no es el deseo en si mismo.
El apego significa ser engañado por él, creyendo de verdad que es ‘mi y mío’, ‘estos deseos son míos y hay algo malo en mi por tenerlos’ o ‘no me gusta la forma como soy ahora. Tengo que llegar a ser algo diferente’; o ‘tengo que deshacerme de algo antes de llegar a ser lo que quiero ser’... Todo esto es deseo.
Así que escúchalo con atención; sin decir que es bueno o malo sino reconociéndolo simplemente por lo que es.
(No hacer el sentimiento mío, sino tan sólo observar que hay sentimiento. Hay sentimiento, pero no hay un "yo" que siente el sentimiento. Esto es desapego; no hacerlo mío).

Si contemplamos y escuchamos los deseos, no estamos apegándonos a ellos; si no que estamos permitiéndoles ser del modo en que son.
Llegamos a comprender que el origen del sufrimiento (el deseo) se puede dejar a un lado, soltarlo.
¿Cómo soltamos?
Significa que los dejas tal como son.
No significa que los aniquilas o los deshechas. Es más el catalogarlos y dejarlos ser.
(Observarlos por lo que son, sin hacerlos propios, sin hacerlos míos. Tan sólo observar que son, sin intervenir).

Por medio de la práctica del dejar ir nos damos cuenta de que hay un origen del sufrimiento, que es el apego al deseo, nos damos cuenta de que deberíamos soltar las tres clases de deseo.
Luego, nos damos cuenta de que hemos soltado estos deseos y que ya no hay apego hacia ellos.
Cuando te descubras apegándote, recuerda que ‘soltar’ no es ‘deshacerse de’ o ‘desechar’. 
(Es no apropiarse de eso, no hacerlo propio, mío... sino reconocer que es.)
Cuando lo ves tal como es, reconociendo que es sólo deseo, ya no estás apegado a él.

Así que el método es trabajar en cada momento de la vida diaria. 
Cuando te sientes deprimido o negativo, en el momento en el que rehúsas entregarte a ese sentimiento es una experiencia iluminadora.
Cuando ves eso, no necesitas hundirte en el mar de la depresión y de la desesperación y revolcarte en él. Puedes, de hecho parar, aprendiendo a no pensártelo dos veces.
Tienes que averiguar esto por medio de la práctica ya que así sabrás por ti mismo cómo dejar ir el origen del sufrimiento (que es el apego).
Esto no significa que vas a soltar el deseo para siempre pero, en ese momento, has dejado realmente ir y lo has hecho con plena atención. Entonces, hay conocimiento directo, hay comprensión perfecta.

Al igual con los problemas personales y las obsesiones. No es cuestión de analizar y empeorar el problema interminablemente, sino de practicar el dejar las cosas irse por sí solas, soltarlas.
Al principio, dejas ir pero luego vuelves a tomarlo porque el hábito del apego es demasiado fuerte. Pero al menos tienes la idea.
Es sólo cuestión de practicar el soltar. Cuanto más realizas que puedes hacerlo, más capaz eres de sostener el estado de no-apego.

¿Cómo saber si lo has soltado?
Es importante saber cuándo has dejado ir el deseo: cuando no juzgas o intentas deshacerte de él; cuando reconoces que es exactamente tal y como es.
Cuando estás verdaderamente calmado y tranquilo, notarás que no hay apego a nada. No te quedas atrapado, intentando conseguir algo o intentando deshacerte de algo.
El bienestar es reconocer las cosas como son sin sentir la necesidad de hacer un juicio sobre ellas.

Extracto del libro  Las Cuatro Nobles Verdades, de Ajahn Sumedho