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28 octubre 2015

LA CREACIÓN DE LA EXISTENCIA



Al comienzo de un Universo, el Ser Absoluto, el Uno sin segundo, genera dentro de sí un remolino de ausencia de auto-consciencia o Ignorancia Fundamental, un velo que le oculta de sí mismo. 
Ese vacío cósmico o poder ilusionante, conocido como el Velo de Maya en algunas cosmologías, posee el poder de velar la Realidad Fundamental y el de proyectar una Ilusoriedad. 
Requiere el Absoluto de hacer esto para generar el juego de la Creación.

Bajo este manto de la ilusión de Maya, se crean diferentes envolturas y proyecciones que se convierten en Planos cósmicos y Divinidades. 
El Ser Absoluto, no dual, sin tiempo ni espacio, envuelto en el velo de Maya, al asociarse al poder de ilusión que vela la Realidad Fundamental, genera al Ser manifestado o Ser Supremo (Ishvara), la fuente de toda manifestación.
Este proceso de creación de un universo es llamado Gran día de Manifestación o Mahamanvantara y es seguido de un proceso inverso de disolución llamado Gran Noche Cósmica o Mahapralaya. 
Este ir y venir de los universos en un proceso continuo es llamado Respiración Cósmica. 
Durante la Exhalación, crea el Universo. Y durante la Inhalación se disuelve. 
Este flujo cósmico genera el nacimiento de las Divinidades que rigen el inteligente y ordenado proceso de la Creación.

El universo dual es una proyección ocurrida en la Mente Cósmica (Mahat) del Ser Manifestado. Dotada de Inteligencia, al asociarse éste al poder de proyección de la Ignorancia Fundamental o ausencia de auto-consciencia, el Velo de Maya.
Este Gran Ser, a su vez, se proyecta como una trinidad de fuerzas operantes que actúan sobre la sustancia Raíz Universal (Prakriti), aquello de lo que todo fue hecho, y en la cual, antes de la generación del universo, coexisten en equilibrio tres elementos primigenios. 
Las tres Fuerzas operantes que pueden asociarse a grandes Divinidades son: Creadora, Conservadora y Destructora del Universo.

La acción de las tres fuerzas operantes o Trinidad, sobre los tres elementos primigenios, los cuales se desequilibran formando diferentes mezclas, da lugar a la formación de los cinco elementos cósmicos sutiles fundamentales que constituyen todo lo creado: Eter o Akasha, Fuego Cósmico, Aire cósmico, Agua Cósmica y Tierra Cósmica. 
A partir de ciertas mezclas de estos sutiles elementos se van formando las diferentes gradaciones de densidad que dan lugar a todos los elementos de los planos más densos que conforman además todas las estructuras o envolturas, a través de las cuales, se expresa la divinidad en oleadas de vida que constituyen reinos y seres. Tal y como los apreciamos desde la dualidad por efecto del velo de ilusión. 

Todo el proceso de creación, desenvolvimiento y destrucción de un Universo se desarrolla en el Espacio. Una ilusión creada por el velo de Maya, y requiere de eones de tiempo. Una ilusión derivada de la ilusión del Espacio, perfectamente ordenados en ciclos dentro de ciclos. 
Algunos de éstos son de corta duración, como los días y las noches de la Tierra, las estaciones, las revoluciones lunares o solares y otros son de duración más larga, como las  dispensaciones raciales, las grandes épocas o grandes razas, los períodos globales y las revoluciones cósmicas o rondas. 
Otros son aún de mayor duración como los Kalpas o Días de manifestación.

Durante todos estos períodos, largos o cortos, y en todos los seres, se ve claramente que hay un momento de inicio o nacimiento, un período de desenvolvimiento y un final o muerte, en los cuales operan, en forma permanente y simultánea, las tres fuerzas operantes del Ser Manifestado: Creación, Conservación y Destrucción.

El grado de intensidad de estas fuerzas varía para cada uno de los períodos respectivos. 
A partir del nacimiento y en los primeros años de vida, la fuerza de Creación es predominante, permitiendo el avance, crecimiento, desarrollo y desenvolvimiento. 
La fuerza de destrucción opera aquí, permitiendo los cambios pero sin anular totalmente el proceso. 
La fuerza de Conservación es en realidad un equilibrio entre Creación y Destrucción y genera Atracción, armonía, Amor, tolerancia, simbiosis, homeostasis y todos aquellos procesos que favorecen el sostenimiento de la vida.

A medida que el tiempo avanza, la fuerza de destrucción aumenta su intensidad hasta llegar a ser equivalente a la de Creación. 
Es el punto de máximo esplendor de una vida o de una civilización. Es el punto de máximo florecimiento. 
Pero luego, la intensidad creciente de esta fuerza de disolución supera a su opuesta generando deterioro, decrepitud y finalmente la muerte. 
Cuando la fuerza de Destrucción gana la batalla, la flor se  marchita y perece.

Cada proceso cósmico, ya se trate de una vida humana, de la vida de un planeta o de la de todo el Universo, es controlado por la Inteligencia Universal, mediante patrones arquetípicos de organización, estructurales y dinámicos. 
Dichos patrones, generados por la Mente del Ser Manifestado (Mahat), determinan la organización geométrica y configuración espacial que da lugar a todas las hermosas formas de la Creación, la velocidad de su formación y desarrollo y también el proceso de disolución o muerte. 
Cada estructura cristaliza en torno a invisibles pero precisas líneas de formación y se desintegra o disuelve de una manera característica.

Los buscadores espirituales y devotos se han acostumbrado, por fuerza de condicionamiento o falta de conocimiento, a ver solamente las facetas Creadora y Conservadora de la Divinidad, las cuales son asociadas al Bien. No se mira casi nunca la faceta destructora de la Divinidad. Y si bien se ve la Destrucción y se le teme, no se asocia a Dios sino que se atribuye al Mal, como algo que está fuera de él, personificado quizás en seres demoníacos, expulsados de su seno.

Es necesario en este proceso de realización, apreciar también esta faceta divina. Esto nos ayudará a ver claramente como la Divinidad es también la rectora de todo proceso de deterioro, decrepitud, disolución y muerte.
Es fácil ver a Dios actuando a través de aquellos que expresan bondad y misericordia, pero es difícil reconocer su acción en la vida de un criminal, durante un terremoto o en un proceso de enfermedad.
Le vemos en el Amor, en el Altruismo, la camaradería y en todo aquello que nos genera Atracción, pero no le apreciamos en la guerra, en el odio y en todo aquello que nos genera Repulsión.
Hemos sido condicionados para ver a Dios solo en su cara Creadora y Conservadora y hemos olvidado o no queremos aceptar su faz Destructora que rige la Ley de la impermanencia. Por eso, sufrimos frente a la enfermedad y a la muerte o cuando algo que apreciamos nos es arrebatado o no nos es concedido.

Todas las tres Fuerzas operantes actúan finalmente para el propósito divino. 
Karma o Ley de Causa y Efecto es parte del Patrón de organización que busca el equilibrio de las fuerzas operantes.

El caminante del sendero del discipulado debe aprender a permanecer imperturbable frente a cualquier cosa que sucede, viendo en ello la acción de las tres Fuerzas Divinas que trabajan para completar el Divino juego de la Creación. Recordando que solo hay en realidad, más allá del velo de Maya, un Ser Único cuya esencia permea toda aparente individual estructura del Cosmos.
Sufrir por lo que pasa es desconocer la Infinita Sabiduría, la Omnisciencia del Absoluto. Y tener miedo por lo que pasará es desconocer que la Sabiduría Divina, La Inteligencia Universal, opera en todo evento del Universo, conforme al patrón creado por la Mente Divina.
La fuerza de Destrucción no opera al azar. Solo actúa cuando es el momento perfecto y existe la necesidad de que algo sea disuelto. 

Todo lo que nace, todo lo que florece y vive, lleva en sí mismo la simiente de la disolución. Porque finalmente, el juego de la Creación termina cuando es levantado el velo de Maya que oculta la Realidad Fundamental y la proyección de la ilusoriedad de un Universo dual.
Cuando el velo se levanta, la Luz, la Eternidad y la Sabiduría irrumpen disolviéndolo todo. Desaparece el vacío o remolino generado por la ausencia de auto-consciencia, y el Absoluto se solaza en perfecta Unidad y quietud, en pausa respiratoria, en el Mahapralaya o Gran Noche Cósmica, antes de su siguiente exhalación.

La inercia en el camino es un proceso contrario a la Fuerza de Creación. 
Nuestro deseo de que las cosas permanezcan sin modificación alguna es contrario a la Ley de la Impermanencia, y desconoce la Fuerza de Destrucción que permite el cambio, la transformación necesaria para la avenida de la Luz Divina. 
Los apegos pertenecen a esta clase de perturbación. Incluso el apego al conocimiento, no por el conocimiento mismo sino por la obtusa interpretación del mismo.

El aspirante a la iniciación debe buscar con intensidad un entrenamiento perseverante, bajo la sabia guía de su Maestro. Una disciplina de trabajo que le permita desarrollar una nueva forma de cognición. Una percepción no dual capaz de rasgar el velo de Maya, para escapar de la sombra de ilusión que le impide ver la Realidad y lo mantiene dormido en el sueño de ser un yo individual, un monumento al ego.

Es necesario despertar y no dormir más hasta lograr la Realización. 
Ésta no es una necesidad del yo, sino el impulso poderoso de la Divinidad que pulsa en cada ser, tratando de romper la dura costra de ausencia de auto-consciencia, que ha sido reforzada por las sobre-imposiciones de la consciencia egoica.

Alipur Karim