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18 octubre 2014

LAS DOS MUÑECAS DEL MAESTRO ZEN


Había un maestro zen que solía tener dos muñecas a su lado.
Eran casi iguales, pero en su interior había una diferencia. A una le pesaba demasiado la cabeza, tenía un pedazo de metal dentro. A la otra le pesaba mucho la parte de abajo. Tenía un pedazo de metal en el estómago.
(La cabeza es la mente pensante, el ego, y el estómago es la sede del Ser).

Las muñecas parecían iguales, incluso estaban vestidas del mismo modo, y siempre permanecían sentadas una junto a la otra.

Cuando se presentaba alguien y preguntaba: “¿Qué es el zen?”, o “¿Qué es la meditación y cómo se llega?”, lo primero que hacía el maestro era empujar una de las muñecas. 
La de la cabeza pesada caía redonda y no podía ponerse derecha. ¿Cómo iba a poder con aquella cabeza tan pesada?
A continuación empujaba la otra muñeca, la que tenía el trasero pesado, así que tampoco es que pudiera empujarse mucho, pero saltaba hacía atrás y acababa sentada en la postura del Buda.
Y entonces el maestro decía: “Esto es zen, el estómago. Esto es Oriente, el estómago”.

El vientre es la fuente de tu vida. Te hallabas unido a tu madre por el ombligo; ahí es donde empezó a palpitar la vida.

La cabeza es el rincón más alejado de tu existencia. 
El centro es el ombligo. Tu existencia, tu ser, reside en el estómago. 
Puede que tu pensar esté en la cabeza, pero el cerebro es el mecanismo que la mente está utilizando. Es solo un mecanismo, como lo es también una mano o un pie.

Esta cuestión de la cabeza frente al estómago ha pasado por muchas formulaciones: intelecto frente a intuición; lógica frente a amor; consciencia frente a inconsciencia; la parte frente al todo; hacer frente a suceder; vida frente a muerte; tener frente a ser. Estas siete formulaciones son posibles, y también son importantes.

El intelecto (mente pensante) es muy limitado; la intuición (el Ser) es infinita.
La intuición siempre proviene del vientre. Siempre que sientas que te llega una intuición –una corazonada-, lo hace a través del vientre.

Osho