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08 diciembre 2013

LA SABIDURÍA DE LA VACUIDAD


Casi siempre la vida nos parece totalmente sólida y permanente. Creemos que nuestro cuerpo, los pensamientos, la proyección que hacemos de nuestra vida y el mundo son estáticos. Según el budismo este hábito de malinterpretar lo que experimentamos es la raíz de todos los problemas. En particular, cuando pensamos: “yo soy real, sólido e inmutable” y ponemos toda la energía en defender la felicidad de este “yo”, a cualquier coste, caiga quien caiga.

Buda se dio cuenta de que ésta es nuestra mayor ignorancia, y por eso en sus enseñanzas sobre vacuidad, dijo: "Un momento, el mundo no es tan concreto como creéis. ¿Por qué no analizáis detenidamente eso que llamáis realidad y veis si existe tal como pensáis?".


Lo cierto es que nada existe como parece y, al comprender este hecho, crearemos una situación más feliz para nosotros y los demás.
Esta sabiduría que comprende la vacuidad es extraordinaria; tiene el poder de liberarnos en cualquier momento.


La vacuidad en el Budismo es la verdad última.
No es la nada nihilista, sino la carencia de cualquier existencia inherente.
La mente se aferra y apega a esa falsa ilusión y proyecta de manera errónea una existencia ficticia inherente a todos los fenómenos y éstos aparecen ante nuestra mente como si existieran de forma independiente, cuando no es así.


En el camino de la vacuidad hay dos etapas:

La primera consiste en identificar con claridad el modo en que los fenómenos se presentan ante nuestra mente como si existieran de forma propia y cómo creemos con firmeza que esta apariencia es cierta.
Este proceso es lo que se llama «identificación del objeto de negación» (por ejemplo, identificar la ira).
Para que nuestra comprensión de la vacuidad sea correcta es de suma importancia comenzar con una idea clara de lo que hemos de negar.
Meditar sobre esta realidad última es fundamental para despejar la mente de la ignorancia que no nos deja ver la vacuidad tal como es.


La segunda etapa consiste en refutar el objeto de negación, esto es, probarnos a nosotros mismos por medio de varios tipos de razonamientos que el objeto de negación en realidad no existe. De este modo, llegaremos a realizar la ausencia o inexistencia del objeto de negación.



Venerable Karin Valham:

“El análisis definitivo para superar el apego se lleva a cabo sobre la naturaleza del yo. Cuando analizamos la naturaleza de nuestra identidad, o de las personas a las que estamos apegados, no podemos encontrar a la persona real, no podemos señalarla, así que acabamos con una sensación de vacuidad, no la vacuidad ordinaria como la de una habitación vacía, sino la vacuidad de no poder encontrar el objeto de ese apego, que no existe en esa persona tal como la percibimos.

Cuando experimentamos la vacuidad, la mente se vuelve feliz y se relaja, lo mismo que cuando analizamos nuestra identidad. Si sentimos apego y codicia por algo, podemos analizar dónde está ese yo codicioso. ¿Dónde existe ese yo codicioso? ¿Cómo existe? Intentemos buscarlo: “¿Es mi cuerpo?, ¿Es mi mente?”
Intentamos investigar dónde está esta codicia en mí: “¿Es una con mi mente?, ¿Soy yo la codicia?, ¿Soy yo de la naturaleza de la codicia?”. Pero esto no puede ser, pues deberíamos ser codiciosos siempre. Por tanto, yo no soy mi codicia, sino que ésta es sólo un momento, un estado de mi mente.


¿Quién es codicioso entonces?
Sabemos que cuando investigamos en nuestro interior, no podemos identificar un ser independiente que esté ubicado en alguna parte y que sea codicioso. No está ahí en absoluto. Y así la vacuidad, el espacio, hace que nos sintamos felices.
De repente la codicia ya no está porque no hay nadie que sea codicioso.


La vacuidad es el método definitivo para eliminar los estados negativos de la mente, pues se basan en una visión falsa.
Al investigar cuál es la visión correcta de nuestra identidad desparece definitivamente la negatividad, no puede continuar porque carece de fundamento; y al cesar, surge la sabiduría.
Con la sabiduría no pueden aparecer los estados mentales negativos porque nos llena de satisfacción y contento, nos sentimos bien en nuestro interior.
Es la solución definitiva para el apego y demás estados mentales negativos, y para aprender esto, es parte de la práctica de la meditación. Pero en el budismo hay muchos métodos para superar la negatividad, sólo hemos de ponerlos en práctica”.



Lama Zopa Rimpoché:

“Un punto muy importante es liberar la mente confusa o la confusión misma, acabar con nuestras alucinaciones. Nuestro mayor sufrimiento es la alucinación que tenemos desde renacimientos samsáricos sin principio. Esta alucinación de una existencia verdadera, tal y como la percibe la ignorancia, el rey de los engaños.
La ignorancia es la mente que no conoce la naturaleza última de los fenómenos.
Por ejemplo, la mente que no conoce la naturaleza última del yo, que es la raíz del samsara. Este punto es crucial para distinguir lo verdadero de lo falso en la vida.”


"Para comprender la vacuidad primero es preciso reconocer el objeto a refutar, el falso yo. Debemos reconocer el falso yo, que es falso. La raíz de la ignorancia es reconocer lo que es el yo, aunque pensemos como “yo” las 24 horas del día, y siempre digamos yo cuando hablamos.
Por este “yo” luchamos y llegamos incluso a matar a personas y otros seres. Hacernos mucho daño: matamos, robamos, tenemos una conducta sexual incorrecta y mentimos. Causamos mucho daño a los demás por este yo, para protegerlo, para hacerlo feliz. Pero lo desconocemos, no tenemos ni idea de lo que es. Este yo falso es el que existe de forma inherente, el que es meramente etiquetado pero aparece como si no fuera así. Esta apariencia está aquí, desde renacimientos sin principio hasta ahora, pero nunca hemos reconocido que es falsa.”


La forma de acabar con el sufrimiento es mediante el conocimiento, y es el conocimiento que comprende exactamente cómo existe el ser en realidad, que nos muestra directamente que el ser es impermanente y que existe dependiendo de otras cosas. No es independiente ni existe por su propio derecho.
Cuando hemos comprendido cómo existimos, podemos ponerle fin a la ignorancia, hacerla pedazos, ya que es la causa raíz del samsara.
Por eso alcanzar la sabiduría equivale a alcanzar la iluminación. Esta sabiduría conoce la verdadera naturaleza de las cosas, es decir, comprende el principio de vacuidad (shunyata, vacío).


¿De qué están vacías las cosas? ¿Vacuidad de qué? 

Los budistas vamos más allá: debemos encontrar de qué están vacías las cosas: yo, tu, las cosas, todo lo que existe está vacío de una existencia independiente.
Las cosas no son independientes, son dependientes y están interconectadas, todo está conectado.


La sabiduría que llega a ver esa ausencia de entidad, la vacuidad, puede experimentar y sentir esto de manera inmediata. Es un conocimiento directo, que percibe nuestra conexión con todo. ¿Por qué iba a pensar en dañar a alguien, si esa otra persona soy yo o querer cortar un árbol, si ese árbol soy yo también? Estamos relacionados con todas las cosas, y de ahí surge la compasión.

"De la creencia errónea en el yo surge la dualidad yo/ no-yo.
Cuando se conoce la verdadera naturaleza del yo, no surge ninguna idea de yo ni de no yo, deja de haber conocimiento y objeto de conocimiento. Esta es la entrada al Dharma de la No-Dualidad." (Bodhisattva Padmavyuha)


La verdadera bodhichita última es una sabiduría motivada por la bodhichita que realiza de manera directa la vacuidad.
Se denomina bodhichita última porque su objeto es la verdad última, la vacuidad, y es uno de los caminos principales que conducen a la iluminación.
La bodhichita de la que hasta ahora se ha tratado es la convencional y su naturaleza es la compasión, mientras que la naturaleza de la bodhichita última es la sabiduría.
Estas dos bodhichitas son como las dos alas de un pájaro con las que podemos volar hacia el mundo de la iluminación.


La vacuidad es la forma en que los fenómenos existen en realidad, que es contraria al modo en que los percibimos.
De manera natural pensamos que los objetos que vemos a nuestro alrededor, como las mesas, las sillas, las casas, etc, son reales porque creemos que existen exactamente del modo en que aparecen. No obstante, la manera en que nuestros sentidos perciben los fenómenos es engañosa y contraria por completo al modo en que existen en realidad.
Este libro que percibimos, por ejemplo, parece tener su propia existencia independiente y objetiva. Parece estar «fuera», mientras que nuestra mente parece estar «dentro». Pensamos que el libro puede existir sin nuestra mente; no creemos que la mente participe en modo alguno en su proceso de existencia.
Aunque los fenómenos aparecen directamente ante nuestros sentidos como si tuvieran existencia verdadera o inherente, en realidad todos ellos son carentes o vacíos de este tipo de existencia.
Este libro, nuestro cuerpo, nuestros amigos, nosotros mismos y todo el universo solo son, en realidad, apariencias mentales, como los objetos que vemos en sueños.


Si soñamos con un elefante, este aparece de forma vívida y con todo detalle, y podemos verlo, oírlo, olerlo y tocarlo; pero cuando nos despertamos, nos damos cuenta de que no era más que una apariencia en nuestra mente. No nos preguntamos dónde está ahora el elefante porque sabemos que solo era una proyección de nuestra mente y no existía fuera de ella.
Buda dijo que lo mismo ocurre con todos los demás fenómenos, no son más que meras apariencias mentales que dependen por completo de las mentes que los perciben.


Buda dijo: «Debes saber que todos los fenómenos son como sueños». También dijo que todos los fenómenos son como ilusiones.

Buda comparó todos los fenómenos con ilusiones porque, debido al poder de las impresiones de la ignorancia del aferramiento propio que hemos acumulado desde tiempo sin principio, cualquier objeto que aparece en nuestra mente parece existir de manera natural por su propio lado y de modo instintivo creemos que es una apariencia verdadera, cuando en realidad todo es vacío por completo de existencia verdadera.
Todos los fenómenos tienen una apariencia engañosa. Al no entender su naturaleza verdadera, nos dejamos engañar por las apariencias y nos aferramos a los objetos, como los libros, las mesas, los cuerpos y los mundos, como si tuvieran existencia verdadera. El resultado de aferrarnos a los fenómenos de este modo es que generamos estimación propia, apego, odio, celos y otras perturbaciones mentales, nuestra mente se altera y desequilibra y perdemos la paz mental.


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