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30 diciembre 2013

ZEN


No hay lugar en el Budismo para el esfuerzo, simplemente sed vosotros mismos, sin añadir nada especial.
Haced vuestras necesidades, asearos, poneos la ropa y comed vuestra comida. Cuando estéis cansados, id a tumbaros.
Los ignorantes se burlarán de esto, pero los sabios lo comprenderán.
Cuando sea hora de vestirse, ponte la ropa, cuando tengas que andar, anda, cuando tengas que sentarte, siéntate. No albergues ni un solo pensamiento en tu mente respecto a buscar la Budeidad.
Un antiguo sabio dijo: "Si uno busca al Buda, uno pierde al Buda". Ante cualquier circunstancia que surja, uno nunca ha de intentar cambiarla o manipularla. De este modo, tus acciones y sentimientos habituales, que normalmente crean karma suficiente para los Cinco Infiernos, se transformarán por si solos en el Gran Océano de la Liberación.

VIVIENDO SEGÚN EL ZEN

Desde un comienzo el Zen se aparta de toda forma de teorización, instrucción doctrinaria y formalidades desprovistas de vida.
El Zen está fundado en la práctica y en una experiencia íntima, personal, de la realidad que la mayoría de las formas de la religión y la filosofía no encaran más que como una descripción emocional e intelectual.
No se quiere decir con eso que el Zen es el único camino verdadero que lleva a la iluminación.
La diferencia entre el Zen y otras formas de religión reside en que "todos los otros caminos trepan lentamente por las laderas de la montaña, pero el Zen arroja a los lados todos los obstáculos y se mueve en línea recta hacia la meta". Después de todo, los credos, los dogmas y los sistemas filosóficos son solamente ideas acerca de la verdad, del mismo modo que las palabras no son hechos sino que hablan acerca de los hechos; mientras que el Zen es una vigorosa tentativa de ponerse en contacto directo con la verdad misma, sin permitir que teorías y símbolos se yergan entre el conocedor y la cosa conocida.

En cierto sentido el Zen es sentir la vida en lugar de sentir algo acerca de la vida.
Es en sus métodos de instrucción donde el Zen es único.
No hay en él enseñanza doctrinaria, ningún estudio de escrituras, nada de programas formales de desarrollo espiritual. Aparte de unas pocas recopilaciones de sermones de los primeros maestros Zen, que son las únicas tentativas de una exposición racional de sus enseñanzas, la casi totalidad de nuestros antecedentes de la instrucción Zen son un número de diálogos entre los maestros y sus discípulos que parecen dedicar muy poca atención a las normas usuales de la lógica y el razonamiento sano, a punto tal que aparecen a primera vista como carentes de sentido.

El Zen no trata de ser inteligible, es decir, de poder ser comprendido por el intelecto.
El método del Zen es desconcertar, excitar, intrigar y agotar al intelecto hasta que se perciba que la intelección es solamente acerca de; habrá de provocar, irritar y volver a agotar a las emociones hasta que se vea claramente que la emoción es solamente sentir acerca de, y luego discurrir, cuando el discípulo haya sido sometido a una impasse intelectual y emocional, sobre cómo salvar la brecha que existe entre el contacto conceptual de segunda mano con la realidad y la experiencia de primera mano.
Para lograr esto pondrá en juego una facultad más elevada de la mente, conocida como intuición o Buddhi, denominada en ocasiones "Ojo del Espíritu".

El Zen aspira a concentrar la atención sobre la realidad misma, en lugar de hacerlo sobre nuestras reacciones intelectuales y emocionales ante la realidad; siendo la realidad ese algo siempre cambiante, siempre creciente, que conocemos como "vida", que jamás se detiene ni por un instante para que nosotros la hagamos encajar satisfactoriamente dentro de un rígido sistema de casilleros e ideas.
Es así como cualquiera que haga la tentativa de escribir sobre Zen, tiene que enfrentarse con dificultades insólitas: no puede jamás explicar, sólo puede indicar; tan sólo puede ir planteando problemas y proporcionando indicios que, cuando mucho, apenas alcanzaran a acercar al lector a la verdad, pero en el mismo instante en que trata de llegar a una definición exacta, la cosa se le desliza de las manos, y la definición termina siendo nada más que una concepción filosófica.

¿Queréis saber a quién se parecían los grandes maestros?

No tenían nada que no tengáis vosotros. Si intuís esto, no hay diferencia entre vosotros y esos viejos maestros.
Si deseáis pareceros a ellos, dejad de mirar hacia afuera. Sed vosotros mismos.
Todos tenemos la Naturaleza Búdica.
El problema es que los seres humanos se pierden en una persecución constante de cosas ajenas y lo único que consiguen es un mero conocimiento literario (intelectual, teórico) que se aleja por completo del Camino de la vida.
Cuando ceséis de correr detrás de las cosas externas, entonces es cuando os pareceréis a los viejos maestros.


No cometáis el error de buscar por todo vuestro alrededor en vez de buscar en vuestro interior.
Os equivocáis al tratar de dominar el Zen, de dominar el Dharma, de aprender palabras o frases, de ir en busca del Buda; limitaos a mirar dentro de vosotros mismos.


"Había un reconocido filósofo y docente que se dedicó al estudio del Zen durante muchos años. El día que finalmente consiguió la iluminación tomó todos sus libros, los llevó al patio y los quemó."