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23 marzo 2019

EL SUFRIMIENTO ES OPCIONAL


Surge mucho sufrimiento, mucha infelicidad, cuando crees que es verdad cada pensamiento que se te pasa por la cabeza. 
Las situaciones no te hacen infeliz. Pueden causarte dolor físico, pero no te hacen infeliz. Tus pensamientos te hacen infeliz. Tus interpretaciones, las historias que te cuentas, te hacen infeliz.
«Los pensamientos que estoy pensando ahora mismo me hacen infeliz.» Cuando te das cuenta de este hecho, rompes tu identificación inconsciente con dichos pensamientos.
Cuando estés sufriendo, cuando te sientas infeliz, estate totalmente con lo que es Ahora. La infelicidad y los problemas no pueden sobrevivir en el Ahora.
El sufrimiento comienza cuando nombras o etiquetas mentalmente una situación como mala o indeseable. Te sientes agraviado por una situación y ese resentimiento la personaliza, haciendo que surja el «yo» reactivo.
Considerar que algo es malo produce una contracción emocional en ti. Cuando dejas que la situación sea, sin nombrarla, de repente dispones de una enorme energía.
La contracción corta tu conexión con ese poder, el poder de la vida misma.
¿Puedes contenerte y no llamar mala o dolorosa a esa experiencia? ¿Puedes aceptar inmediatamente que ese momento es cómo es?

Ve más allá del bien y del mal absteniéndote de etiquetar mentalmente las cosas, de considerarlas buenas o malas. Cuando vas más allá del hábito de nombrar, el poder del universo se mueve a través. Cuando mantienes una relación no reactiva con las experiencias, muchas veces lo que antes hubieras llamado «malo» dará un giro rápido, cuando no inmediato, mediante el poder de la vida misma.
Observa qué ocurre cuando, en lugar de considerar «mala» una experiencia, la aceptas internamente, le das un «sí» interno, dejándola ser como es.
Sea cual sea tu situación existencial, ¿cómo te sentirías si la aceptases completamente como es, Ahora mismo?

Éste es el milagro: detrás de cada estado, persona o situación que parece «malo» o «malvado» se esconde un bien mayor. Ese bien mayor se te revela —tanto dentro como fuera— mediante la aceptación interna de lo que es.
Acepta lo que es.
"Realmente no puedo aceptarlo. Hace que me sienta molesto y enfadado."
Entonces acepta lo que es.
"¿Aceptar que estoy molesto y enfadado? ¿Aceptar que no puedo aceptarlo?"
Sí. Lleva aceptación a tu no-aceptación. Lleva rendición a tu no-rendición. A continuación, observa qué ocurre.

El dolor físico es uno de los profesores más severos que podemos tener. Su enseñanza es: «La resistencia es inútil.»
Nada podría ser más normal que el deseo de no sufrir. Sin embargo, si puedes abandonar esa actitud y permitir que el dolor esté presente, tal vez sientas una sutil separación interna del dolor, como un espacio entre el dolor y tú, por así decirlo. Esto implica sufrir conscientemente, voluntariamente. Cuando sufres conscientemente, el dolor físico puede quemar rápidamente el ego en ti, ya que el ego está compuesto en gran medida de resistencia. Lo mismo es válido para la incapacidad física extrema.

«Ofrecer tu sufrimiento a Dios» es otro modo de decir lo mismo.
No hace falta ser cristiano para comprender la profunda verdad universal contenida simbólicamente en la imagen de la cruz.
La cruz es un instrumento de tortura. Representa el sufrimiento más extremo, la mayor limitación, la mayor impotencia con la que un ser humano puede toparse. Entonces, de repente, ese ser humano se rinde, sufre voluntariamente, conscientemente, y eso queda expresado en las palabras: «Hágase tu voluntad y no la mía.» En ese momento, la cruz, el instrumento de tortura, muestra su cara oculta: también es un símbolo sagrado, un símbolo de lo divino. Lo que parecía negar la existencia de cualquier dimensión trascendental en la vida, se convierte, mediante la rendición, en una abertura a esa dimensión trascendental.

“El sufrimiento es opcional. La situación que experimentas es la que es, son tus pensamientos los que se alimentan del deseo y del miedo, haciéndote sufrir. 
Tu mente está constantemente generando sufrimiento porque hay un deseo de que la situación sea diferente de lo que es. Es decir, no aceptas lo que es, deseas cambiarlo. Hay mucha resistencia en tu interior porque estás establecido en tu mente; en el deseo de que esto sea diferente de lo que es. Buscas que esto cambie. Y esto justamente lo que produce tanto sufrimiento. Es ir en contra de la vida. 
¿Qué puedo hacer para dejar de sufrir?
Elimina el deseo de que esto sea diferente de lo que es, deja de alimentar tus pensamientos con miedos, inseguridades y negatividad. Una vez eliminas el deseo de que esto sea distinto y permites y aceptas que es como es, entonces, la mente descansa en el corazón y hay paz.
La aceptación de lo que es, es una de las prácticas espirituales más elevadas. El estado de consciencia más elevado es aquél en el que no hay ningún tipo de resistencia ni deseo de cambiar lo que es, sino la plena y total aceptación. Esta aceptación es la rendición del ego, del pequeño yo. Y cuando el ego se rinde, desaparece. Entonces, observa ¿qué es lo que queda?” (Camino al Despertar)



Eckhart Tolle
"El Silencio Habla".

16 marzo 2019

LO BUENO Y LO MALO


Había una vez un sabio que ganó un automóvil costoso en una lotería. La familia y los amigos se alegraron mucho por él y quisieron celebrarlo. "¿No es maravilloso?" exclamaron. "¡Eres tan afortunado!" El hombre sonrió y dijo, "Quizás". 
Durante algunas semanas disfrutó de su automóvil hasta que, un buen día, un conductor ebrio chocó contra él en una esquina y el hombre terminó herido en el hospital. Los familiares y amigos acudieron a verlo y le dijeron, "Qué mala suerte". Nuevamente, el hombre sonrió y dijo, "Quizás". 
Mientras estaba en el hospital, hubo un deslizamiento de tierra y su casa cayó en el océano. Nuevamente, los amigos fueron a verlo al día siguiente y exclamaron, "Qué suerte tan grande que hubieras estado aquí en el hospital". Su respuesta fue la misma: "Quizás".

En algún momento de la vida, la mayoría de las personas se dan cuenta de que no solamente nacen, crecen, tienen éxito, buena salud, placeres y victorias, sino de que también hay pérdidas, fracasos, envejecimiento, deterioro, sufrimiento y muerte. En términos convencionales se habla de lo bueno y lo malo, del orden y el desorden. 
Las personas suelen asociar el "significado" de la vida con lo "bueno", pero lo bueno permanece bajo la amenaza constante del colapso, la descomposición y el desorden. Es la amenaza de lo "malo", cuando las explicaciones fallan y la vida deja de tener sentido. Tarde o temprano, el desorden irrumpe en la vida de todo el mundo. Puede asumir la forma de una pérdida, un accidente, una enfermedad, la invalidez, la vejez y la muerte. Sin embargo, la llegada del desorden a la vida de una persona con el consiguiente colapso del significado definido por la mente, puede constituir la puerta de entrada a un orden superior.

El pensamiento aísla las situaciones y los sucesos y los califica de buenos o malos, como si existieran por separado. La realidad termina fragmentada a base de depender excesivamente del pensamiento. Esta fragmentación, si bien es una ilusión, parece muy real mientras estamos atrapados en ella. Sin embargo, el universo es un todo indivisible en el cual, todas las cosas están interconectadas y donde nada puede existir aisladamente.
La conexión profunda entre todas las cosas y todos los sucesos implica que los rótulos mentales de "bueno" y "malo" no son más que ilusiones. Siempre implican una perspectiva limitada, de tal manera que son verdaderos solamente de manera relativa y temporal. 

Ese "quizás" del hombre sabio de la historia anterior representa la renuncia a juzgar cualquier cosa que pueda suceder. En lugar de juzgarla, la acepta por lo que es, de manera que entra a estar conscientemente en consonancia con el orden superior. Sabe que a la mente le queda imposible muchas veces comprender el lugar o el propósito de un suceso aparentemente aleatorio en medio del tapiz del todo. Pero no hay sucesos aleatorios ni cosas que existan aisladamente por sí solas. Las causas del suceso más insignificante son virtualmente infinitas y están conectadas con el todo de manera que escapa a toda comprensión. Si quisiéramos devolvernos a encontrar la causa de cualquier suceso, tendríamos que remontarnos hasta el comienzo de la creación. El cosmos no es caótico. La palabra "cosmos" en sí significa orden. Pero no es un orden comprensible para la mente humana, aunque sí es posible vislumbrarlo a veces.

Detrás de la sucesión aparentemente aleatoria o hasta caótica de sucesos que acontecen en la vida y también en el mundo, yace oculto el desenvolvimiento de un orden y un propósito superiores. El proverbio Zen lo expresa bellamente así: "La nieve cae copo por copo, cada uno en su lugar preciso". 
Es imposible comprender este orden superior a través del pensamiento porque todo lo que pensamos es contenido, mientras que el orden superior emana del ámbito informe de la conciencia, de la inteligencia universal. Pero podemos vislumbrarlo y entrar en consonancia con él haciéndonos partícipes conscientes del desenvolvimiento de ese propósito superior.
Cuando paseamos por un bosque en el cual no ha intervenido la mano del hombre, nuestra mente pensante ve solamente el desorden y el caos. No logra tan siquiera diferenciar entre la vida (lo bueno) y la muerte (lo malo) porque por todas partes brota la vida a partir de la materia podrida y en descomposición. Es solamente si tenemos suficiente quietud interior y si se acalla el ruido del pensamiento que podemos tomar conciencia de la armonía oculta, de lo sagrado, del orden superior en el cual todo tiene su lugar perfecto y no podría ser de otra manera ni estar en otro lugar.

La mente se siente más cómoda en un parque construido por el hombre porque ha sido planeado a través del pensamiento; no ha crecido orgánicamente. Hay un orden comprensible para la mente mientras que, en el bosque, hay un orden incomprensible que la mente interpreta como caos y que está más allá de las categorías mentales de bueno y malo. No lo podemos comprender a través del pensamiento, pero sí sentirlo cuando logramos acallar la mente, hacer silencio y prestar atención sin tratar de comprender o explicar. Sólo entonces podemos tomar conciencia del aspecto sagrado del bosque. 
Tan pronto como sentimos la armonía oculta, lo sagrado, nos damos cuenta de que somos parte de eso mismo. Y cuando reconocemos esa verdad, nos hacemos partícipes conscientes de la misma. De esta manera, la naturaleza nos ayuda a entrar nuevamente en consonancia con la integralidad de la vida.

“Lo bueno y lo malo tan solo existen en la manera en cómo percibimos las situaciones externas y cómo es nuestro estado de consciencia. Para una persona, una situación puede ser buena y en cambio, para otra persona puede ser mala. Nada de lo que sucede en el exterior es bueno o malo, somos nosotros quienes lo juzgamos dependiendo de cómo es nuestra manera de percibir los sucesos y cómo es nuestra situación de vida.
La vida es como es”. (Camino al Despertar).



Eckhart Tolle 
“Una Nueva Tierra”. 

11 marzo 2019

PRÁCTICA PARA DISMINUIR EL EGO


El ego siempre está en guardia contra cualquier posibilidad de verse disminuido. Los mecanismos de reparación se activan automáticamente para restablecer la forma mental del "yo". Cuando alguien me culpa o me critica, el ego lo interpreta como una disminución del yo y trata inmediatamente de reparar esa disminución mediante la justificación, la defensa o la culpa. El que la otra persona tenga la razón o no, lo tiene sin cuidado. El ego está mucho más interesado en su conservación que en la verdad. Es la conservación de la forma psicológica del "yo". Algo tan normal como responder a gritos al conductor que nos insulta es un mecanismo automático e inconsciente de reparación del ego. 
Uno de los mecanismos de reparación más comunes es la ira, la cual infla al ego enormemente, aunque por un breve período. Todos los mecanismos de reparación son perfectamente lógicos para el ego, aunque son disfuncionales en la realidad.
Los más extremos son la violencia física y el autoengaño expresado en fantasías de grandeza.

Una práctica espiritual muy poderosa consiste en permitir la disminución del ego, cuando sucede, sin tratar de restaurarlo. Le recomiendo hacer el experimento de vez en cuando. Por ejemplo, cuando alguien lo critique, lo culpe o lo ofenda, en lugar de replicar y defenderse inmediatamente, no haga nada. Permita que su amor propio se quede disminuido y tome conciencia de lo que siente en su interior. Es probable que se sienta incómodo durante algunos segundos, como si se hubiera empequeñecido. Después sentirá que se amplía su espacio interno y que está intensamente vivo. No habrá menguado en lo absoluto. En realidad, se habrá expandido. Entonces quizás reconozca algo asombroso: cuando se sienta disminuido de alguna manera y se abstenga de reaccionar, no sólo externamente sino también internamente, se dará cuenta de que nada ha menguado realmente, que al ser "menos" se convierte en “más”. 
Cuando opta por no defender o fortalecer su forma, deja de identificarse con ella, con su imagen mental. Al ser menos, a los ojos del ego, se produce una expansión y se genera el espacio para que el Ser pueda manifestarse. El verdadero poder, lo que usted es más allá de la forma, podrá brillar a través de la forma aparentemente debilitada. 

Claro está, que eso no significa invitar al abuso o convertirse en víctima de las personas inconscientes. Algunas veces será necesario exigirle al otro con mucha firmeza que "tenga cuidado". Pero las palabras tendrán el poder que se obtiene cuando no hay defensividad del ego, cuando están privadas de la fuerza de la reacción. De ser necesario, podremos dar un "no" firme y contundente, pero un "no” de alta calidad, carente de toda negatividad.

Cuando nos sentimos satisfechos de no ser nadie en particular, contentos con no sobresalir, entonces, entramos en consonancia con el poder del universo. Lo que parece debilidad para el ego es en realidad la única fortaleza verdadera. La verdad del espíritu es diametralmente opuesta a los valores de nuestra cultura contemporánea y la forma como ésta condiciona el comportamiento de las personas.

“En lugar de tratar de ser una montaña, enseña el antiguo Tao Te Ching, seamos el valle del universo". De esta forma, volvemos a la unicidad y "todas las cosas llegarán".
Así mismo enseñó Jesús en una de sus parábolas, "cuando te inviten, siéntate en el lugar más humilde, de manera que cuando llegue tu anfitrión, pueda invitarte a ocupar un mejor lugar. Entonces serás honrado en presencia de todos los que comparten la mesa contigo. Porque aquel que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".

Otro aspecto de esta práctica es abstenerse de fortalecer el yo evitando alardear o querer sobresalir, ser especial, dejar una impresión o exigir atención. Puede implicar abstenerse de expresar una opinión cuando todos los demás expresan la suya. Ensaye a hacerlo para ver cómo se siente.



Eckhart Tolle 
“Una Nueva Tierra”

02 marzo 2019

EL EGO, EL TIEMPO Y EL AHORA


La relación más importante y primordial de la vida es la relación con el Ahora. O mejor aún, con cualquiera que sea la forma que adopte el Ahora. Es decir, lo que es o lo que sucede. Si la relación con el Ahora es disfuncional, esa disfunción se reflejará en todas las relaciones y en todas las situaciones de la vida. El ego podría definirse sencillamente como una relación disfuncional con el momento presente. Es en este momento cuando podemos decidir la clase de relación que deseamos tener con el momento presente.
Una vez que hemos alcanzado un cierto nivel de conciencia, es decir, de Presencia, estamos en capacidad de decidir qué clase de relación deseamos tener con el momento presente. ¿Deseo que este momento sea mi amigo o mi enemigo? 
El momento presente es inseparable de la vida, de tal manera que nuestra decisión se refiere realmente a la clase de relación que deseamos tener con la vida. Una vez tomada la decisión de ser amigos con el momento presente, nos toca dar el primer paso: mostrarnos amigables con él, acogerlo independientemente de su forma de presentarse. Y no tardaremos en ver los resultados. La vida se torna amable con nosotros. La gente nos ayuda y las circunstancias cooperan. Pero es una decisión que debemos tomar una y otra vez, hasta que aprendemos a vivir naturalmente de esa manera.

Con la decisión de hacer amistad con el momento presente, viene el fin del ego. El ego no puede nunca estar en consonancia con el momento presente. Es decir, en consonancia con la vida, puesto que su propia naturaleza lo induce a resistir, menospreciar o hacer caso omiso del Ahora. 
El ego se nutre del tiempo. Mientras más fuerte es el ego, mayor es el tiempo durante el cual controla nuestra vida. Casi todos nuestros pensamientos se refieren al pasado o al futuro y el sentido de lo que somos depende del pasado, donde encuentra una identidad, o del futuro donde busca su realización. El temor, la ansiedad, la expectativa, el remordimiento, la culpa, y la ira son disfunciones del estado de la conciencia atrapada en el tiempo.

El ego trata el momento presente de tres maneras: 

1. Como un medio para lograr un fin. 
2. Como un obstáculo.
3. Como un enemigo. 

Analicemos una a una de tal manera que cuando ese patrón se apodere de usted, pueda reconocerlo y decidir nuevamente.
1. COMO UN MEDIO PARA LOGRAR UN FIN. 
En el mejor de los casos, el ego ve en el momento presente un medio para cumplir una finalidad. Sirve para llevarnos a algún momento en el futuro considerado más importante. Pero el futuro nunca llega salvo como momento presente y, por tanto, nunca es más que un pensamiento en la cabeza. En otras palabras, nunca estamos totalmente aquí porque siempre estamos ocupados tratando de llegar a algún otro lugar.

2. COMO UN OBSTÁCULO.
Cuando este patrón se acentúa, el momento presente es visto o tratado como si fuera un obstáculo a superar. Es allí donde surgen la impaciencia, la frustración y el estrés. Y en nuestra cultura, esa es la realidad cotidiana, el estado normal de muchas personas. La Vida, la cual ocurre ahora, es vista como un "problema", y todos habitamos en un mundo lleno de problemas que debemos resolver para ser felices, sentirnos realizados o comenzar realmente a vivir. El problema está en que por cada problema que resolvemos, aparece uno nuevo. Mientras veamos un obstáculo en el momento presente, los problemas no tendrán fin. "Seré lo que deseas que sea", dice la Vida o el Ahora. "Te trataré como tú me trates. Si me ves como un problema, eso seré para ti. Si me tratas como a un obstáculo, seré un obstáculo".

3. COMO UN ENEMIGO. 
En el peor de los casos, el momento presente es visto como un enemigo.
Cuando odiamos lo que hacemos, nos quejamos de nuestro entorno, maldecimos de las cosas que suceden o han sucedido; o cuando nuestro diálogo interno está lleno de lo que deberíamos o no deberíamos hacer, de acusaciones y señalamientos, entonces nos peleamos con lo que es, con aquello que de todas maneras ya es como es. Convertimos la Vida en nuestra enemiga y ella nos dice, "si lo que quieres es guerra, guerra tendrás". 
La realidad externa, la cual es siempre el espejo de nuestro estado interior, se experimenta como algo hostil.

Una pregunta crucial que debemos hacernos con frecuencia es ¿cuál es mi relación con el momento presente? 
Después debemos estar alertas para descubrir la respuesta. ¿Trato el Ahora apenas como un medio para llegar a una finalidad? ¿Lo veo como un obstáculo? ¿Lo estoy convirtiendo en enemigo? 
Puesto que el momento presente es lo único que tenemos, puesto que la vida es inseparable del Ahora, lo que la pregunta significa realmente es, ¿cuál es mi relación con la vida? Esta pregunta es una forma excelente de desenmascarar al ego y de entrar en el estado de Presencia. Aunque la verdad absoluta no está encarnada en la pregunta (en últimas, yo y el momento presente somos uno), es una guía importante hacia el camino correcto. Hágase esa pregunta con frecuencia, hasta que ya no la necesite.

¿Cómo trascender una relación disfuncional con el momento presente? Lo más importante es reconocerla en nosotros mismos, en nuestros pensamientos y en nuestros actos. Estamos en el presente en el momento mismo en que notamos que nuestra relación con el Ahora es disfuncional. Ver equivale al afloramiento de la Presencia. Tan pronto como vemos la disfunción, ésta comienza a desvanecerse. Algunas personas se ríen cuando ven esto. Con el reconocimiento viene el poder de elegir: la posibilidad de decirle "sí" al Ahora y de aceptarlo como amigo.


LA PARADOJA DEL TIEMPO

A simple vista, el momento presente es "lo que sucede". Puesto que los sucesos cambian continuamente, parecería que cada día de la vida consta de miles de momentos en los cuales suceden distintas cosas. El tiempo es para nosotros como una cadena interminable de momentos, algunos "buenos" y otros "malos". Sin embargo, si analizamos más detenidamente, es decir, a través de nuestra experiencia inmediata, descubrimos que realmente no hay muchos momentos. Descubrimos que lo único que hay es este momento.
La Vida siempre es ahora. La vida entera se desenvuelve en este Ahora constante. Los momentos pasados o futuros existen solamente cuando los recordamos o los imaginamos, trayéndolos a la mente en el único momento que existe: éste.
¿Por qué tenemos la impresión de que hay muchos momentos? Porque confundimos el momento presente con lo que sucede, con el contenido. Confundimos el espacio del Ahora con lo que sucede en ese espacio. Al confundir el momento presente con el contenido no solamente creamos la ilusión del tiempo, sino también la ilusión del ego.
He aquí la paradoja. Por una parte, ¿cómo podemos negar la realidad del tiempo? Lo necesitamos para ir de aquí para allá, para preparar la cena, construir una casa, leer este libro. Lo necesitamos para crecer, aprender cosas nuevas. Al parecer, consumimos tiempo en todo lo que hacemos. Todo está sujeto a eso.  
Todo parece estar sujeto al tiempo y, no obstante, todo sucede en el Ahora. Esa es la paradoja. Nunca experimentamos el tiempo propiamente, lo único que experimentamos es el momento presente o, más bien, lo que sucede en él. Si nos guiamos solamente por la evidencia directa, entonces no hay tiempo y lo único que existe es el Ahora.

Cuando fijamos para el futuro la meta de liberarnos del ego, nos damos más tiempo y, más tiempo significa más ego.
No podemos fijarnos la meta de liberarnos del ego y dar los pasos necesarios para alcanzarla en un futuro. Lo único que obtenemos es mayor insatisfacción, más conflictos internos, porque siempre nos parecerá que nunca llegamos, que nunca "alcanzamos" ese estado de liberación. 
Examine con cuidado si su búsqueda espiritual es una forma disfrazada de ego. Hasta tratar de deshacernos del "yo" puede ser una forma de querer más si la fijamos como una meta para el futuro.
Darse más tiempo es precisamente eso: darle más tiempo al "yo". 
El tiempo, es decir, el pasado y el futuro, es lo que alimenta y empuja al falso yo fabricado por la mente, y el tiempo vive en la mente. No es algo que exista objetivamente en "alguna parte". Si bien es una estructura mental necesaria para la percepción sensorial, indispensable para efectos prácticos, es el mayor obstáculo para llegar a conocernos. 
El tiempo es la dimensión horizontal de la vida, la capa superficial de la realidad. Y está además la dimensión vertical de la profundidad, accesible solamente a través del portal del momento presente. Entonces, en lugar de sumarnos tiempo, debemos eliminarlo. Eliminar al tiempo de la conciencia es eliminar al ego, es la única práctica verdaderamente espiritual.
Claro está que cuando hablamos de eliminar el tiempo no nos referimos al tiempo del reloj, el cual representa el uso del tiempo para efectos prácticos como fijar una cita o planear un viaje. Sería casi imposible funcionar en este mundo sin el tiempo del reloj. A lo que nos referimos es a la eliminación del tiempo psicológico, la preocupación constante de la mente egotista con el pasado y el futuro, y su resistencia a ser una con la vida viviendo en consonancia con la existencia inevitable del momento presente.
Cada vez que en lugar de decirle "no" a la vida le damos un "sí, cada vez que permitimos que el momento presente sea como es, disolvemos el tiempo y también el ego. 
Para sobrevivir, el ego debe dar más importancia al tiempo (pasado y futuro) que al momento presente. El ego no soporta la amistad con el momento presente, salvo por breves momentos, lo suficiente para obtener lo que desea. Pero no hay nada que satisfaga al ego durante mucho tiempo. Mientras controle nuestras vidas, nos hará infelices de dos maneras. Una, al no obtener lo que deseamos y la otra al obtener lo que deseamos.
Todo aquello que es o que sucede, es la forma adoptada por el Ahora. Mientras nos resistamos internamente, la forma, es decir el mundo, se convertirá en una barrera impenetrable que nos separará de lo que somos más allá de la forma, de la Vida única informe que somos. Cuando damos un "sí" interior a la forma adoptada por el Ahora, esa forma se convierte en la puerta hacia la dimensión de lo informe. La separación entre la Conciencia Divina y el mundo se disuelve.
Cuando reaccionamos contra la forma que la vida adopta en este momento, cuando tratamos al Ahora como un medio, un obstáculo o un enemigo, fortalecemos nuestra propia identidad en la forma: el ego. De allí la reactividad del ego. 
¿Qué es reactividad? Es la adicción a la reacción. Mientras más reactivos somos, más nos enredamos con la forma. Mientras más identificados con la forma, más fuerte es el ego. Entonces nuestro Ser a duras penas logra proyectar su luminosidad a través de la forma.
Cuando no oponemos resistencia a la forma, aquello que está más allá de ella en nuestro interior emerge como una Presencia que lo abarca todo, un poder silencioso mucho más grande que la breve identidad con la forma, mucho más grande que la persona. Es nuestra esencia más profunda.

La no resistencia es la clave para el mayor de los poderes del universo. A través de ella, la conciencia (el espíritu) se libera de su prisión en la forma. No resistirse internamente a la forma (a lo que es o a lo que sucede) es negar la realidad absoluta de la forma. La resistencia hace que el mundo y las cosas, incluida nuestra propia identidad, parezcan más reales, más sólidos y más duraderos de lo que son. Dota al mundo y al ego de un peso y de una importancia absoluta que hacen que tomemos al mundo y a nuestra persona muy en serio. Entonces confundimos el juego de la forma con una lucha por sobrevivir, y al ser ésa nuestra percepción, se convierte en nuestra realidad.
El sinnúmero de sucesos y de formas que adopta la vida es por naturaleza efímero. Todo es pasajero. Las cosas, los cuerpos, los egos, los sucesos, las situaciones, los pensamientos, las emociones, los deseos, las ambiciones, los temores y el drama llegan con aire de gran importancia y cuando menos acordamos se han ido, desvanecidos en la nada de donde salieron. ¿Alguna vez fueron reales? ¿Fueron algo más que un sueño, el sueño de la forma?
Cuando abrimos los ojos en la mañana, el sueño de la noche se disuelve y decimos, "fue sólo un sueño, no fue real". Pero tuvo que haber algo real en el sueño o de lo contrario no habría podido suceder. Cuando se aproxima la muerte, podemos mirar hacia atrás y preguntarnos si la vida fue apenas otro sueño. Ahora mismo, si recuerda las vacaciones del año pasado o el drama de ayer, podrá ver que son muy parecidos al sueño de anoche.

Está el sueño y también el soñador del sueño. El sueño es un juego breve de las formas. Es el mundo: real en términos relativos, pero no absolutos. Y está el soñador, la realidad absoluta en la cual van y vienen las formas. El soñador no es la persona, la persona es parte del sueño. El soñador es el substrato en el cual aparece el sueño, la dimensión atemporal detrás del tiempo, la conciencia que vive en la forma y está detrás de ella. El soñador es la conciencia misma, es lo que somos.
Nuestro propósito ahora es despertarnos en el sueño. Cuando estamos despiertos en el sueño, el drama creado en la tierra por el ego llega a su fin y aparece un sueño más benigno y maravilloso. Es la nueva tierra.



Eckhart Tolle - “Una Nueva Tierra”.