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19 febrero 2019

CÓMO DESCUBRIR NUESTRA VERDADERA ESENCIA


“No ser nada es la condición requerida para ser”. (Rumi)

¿Quién soy yo?

Las personas que viven en la inconsciencia, atrapadas en el ego, se apresuran a responder esta pregunta. Hablan de su nombre, ocupación, historia personal, la forma o el estado de su cuerpo, y de cualquier otra cosa con la cual se identifican. Otras parecerían más evolucionadas al decir que son espíritu o almas inmortales. ¿Pero realmente se conocen a sí mismas, o apenas han adoptado algunos conceptos de visos espirituales como parte del contenido de su mente?
Conocernos a nosotros mismos no es limitarnos a adoptar una serie de ideas o creencias. En el mejor de los casos, las ideas y las creencias espirituales son pautas importantes, pero rara vez encierran el poder para desalojar los conceptos medulares arraigados de lo que creemos ser, los cuales son parte del condicionamiento de la mente humana. El conocimiento profundo de nuestro ser no tiene nada que ver con las ideas que flotan en nuestra mente. Conocernos a nosotros mismos implica estar anclados en el Ser, en lugar de estar perdidos en la mente.

LO QUE CREEMOS SER

Nuestro sentido de lo que somos determina cuáles han de ser nuestras necesidades y las cosas a las cuales les atribuiremos importancia en la vida; y todo aquello que nos parezca importante tendrá el poder de perturbarnos e irritarnos. Esto se puede utilizar como criterio para descubrir hasta qué punto nos conocemos a nosotros mismos. 
Lo que nos importa no es necesariamente lo que expresamos ni aquello en lo cual creemos, sino aquello que se manifiesta como serio e importante a través de nuestros actos y de nuestras reacciones. Entonces conviene preguntarnos: "¿Cuáles son las cosas que me irritan y me alteran?" 
Si las nimiedades tienen el poder para molestarnos, entonces eso es exactamente lo que creemos ser: un ser insignificante. Esa será nuestra noción inconsciente. ¿Cuáles son las cosas insignificantes? En últimas, todas las cosas son insignificantes, porque todas las cosas son transitorias.
Podemos decir, "sé que soy un espíritu inmortal", o "estoy cansado de este mundo de locos y lo único que deseo es paz", hasta cuando suena el teléfono. Malas noticias: hubo un colapso de la bolsa de valores; se dañó el negocio; se robaron el automóvil; llegó la suegra; se canceló el viaje; se canceló el contrato; el compañero se ha ido; piden más dinero; dicen que es culpa nuestra. Entonces se levanta en nuestro interior una oleada de ira o ansiedad. La voz se torna dura: "no soporto más esto". Acusamos, culpamos, atacamos, nos defendemos o nos justificamos, y todo eso sucede en piloto automático. 
Obviamente hay algo más importante para nosotros que la paz interior que pedíamos hace un momento, y tampoco somos ya un espíritu inmortal. El negocio, el dinero, el contrato, la pérdida o la amenaza de pérdida son más importantes.
¿Para quién? ¿Para el espíritu inmortal que dijimos ser? No, para mí. Para ese pequeño yo que busca la seguridad o la realización en cosas transitorias y que se enoja o se pone nervioso cuando no las encuentra.
Bueno, por lo menos ahora sabemos quiénes creemos ser realmente.
Si la paz es realmente lo que deseamos, debemos elegir la paz. Si la paz fuera más importante para nosotros que todo lo demás y si supiéramos de verdad que somos espíritu en lugar de un pequeño yo, no reaccionaríamos, sino que nos mantendríamos totalmente alertas frente a situaciones o personas difíciles.
Aceptaríamos inmediatamente la situación y nos haríamos uno con ella en lugar de separarnos de ella. Entonces, a partir del estado de alerta, vendría nuestro actuar. Sería un actuar proveniente de lo que somos (conciencia) y no de lo que creemos ser (el pequeño yo). Sería entonces una respuesta poderosa y eficaz que no convertiría a la persona o a la situación en enemiga.

El mundo siempre se encarga de que no nos engañemos durante mucho tiempo acerca de lo que pensamos ser, mostrándonos las cosas que realmente nos importan. La forma como reaccionamos ante las personas y las situaciones, especialmente en los momentos difíciles, es el mejor indicador del conocimiento real que tenemos de nosotros mismos.
Mientras más limitada y más egotista sea nuestra idea de nosotros mismos, más atención prestaremos y más reaccionaremos ante las limitaciones del ego, ante la inconsciencia de los demás. 
Los "defectos" que vemos en los otros se convierten, para nosotros, en su identidad. Eso significa que veremos solamente el ego en los demás, reforzando así el nuestro. En lugar de mirar "más allá" del ego de los demás, fijamos nuestra atención en él. ¿Quién ve el ego? Nuestro ego.

Las personas que viven en estado profundo de inconsciencia, experimentan el ego viendo su reflejo en los demás. 
Cuando reconocemos que aquellas cosas de los demás que nos producen una reacción son también nuestras (y a veces sólo nuestras), comenzamos a tomar conciencia de nuestro propio ego. 
En esa etapa es probable que también nos demos cuenta que les hacíamos a los demás lo que pensábamos que ellos nos hacían a nosotros. Dejamos de considerarnos víctimas.

Puesto que no somos el ego, el hecho de tomar conciencia de él no significa que sepamos lo que somos: sólo reconocemos lo que no somos. Pero es gracias a ese conocimiento de lo que no somos que logramos eliminar el mayor obstáculo para llegar a conocernos realmente.

Nadie puede decirnos lo que somos. Sería apenas otro concepto más, incapaz de cambiarnos. No hace falta una creencia para saber lo que somos. En efecto, todas las creencias son obstáculos. Ni siquiera necesitamos alcanzar la realización, porque ya somos lo que somos. Pero sin la realización, nuestro ser no puede proyectar su luminosidad sobre el mundo. Permanece en el ámbito de lo inmanifiesto. Es decir, en nuestro verdadero hogar. Entonces somos como la persona que finge ser pobre mientras tiene cien millones de dólares en su cuenta, con lo cual el potencial de su fortuna jamás se manifiesta.

CONOCER LO QUE REALMENTE SOMOS 

A veces quizás no queramos saber lo que somos por miedo a descubrirlo. Muchas personas abrigan el temor secreto de ser malas. Pero no seremos nada de lo que averigüemos sobre nosotros. Nada que podamos saber sobre nosotros es nuestra esencia.
Mientras algunas personas no desean saber quiénes son por temor, otras tienen una curiosidad insaciable acerca de sí mismas y desean saber más y más. No confundamos el hecho de saber sobre nosotros con el hecho de conocernos a nosotros mismos.
Saber sobre nosotros es el contenido de la mente condicionada por el pasado. Todo aquello que averigüemos con el psicoanálisis o la observación propia es acerca de nosotros, acerca del yo. No es lo que somos, es contenido, no esencia. Ir más allá del ego implica salirnos del contenido.
Conocernos a nosotros mismos es ser nosotros mismos y, para ello, debemos dejar de identificarnos con el contenido.
La mayoría de las personas se definen a sí mismas a través del contenido de su vida. Todo lo que percibimos, experimentamos, pensamos o sentimos es contenido. El contenido es lo que absorbe por completo la atención de la mayoría de la gente y es aquello con lo cual se identifican.
Cuando pensamos o decimos, "mi vida", no nos referimos a la vida que somos sino a la vida que tenemos, o parecemos tener. Nos referimos al contenido: la edad, la salud, las relaciones, las finanzas, la situación laboral y de vida, y también el estado mental y emocional. Las circunstancias internas y externas de la vida, el pasado y el futuro, pertenecen al plano del contenido, al igual que los sucesos. Es decir, todo aquello que acontece.
Pero, ¿qué más hay aparte del contenido? Aquello que nos permite ser; el espacio interior de la conciencia. Aquello que únicamente podemos reconocer, cuando estamos, en total silencio.



Eckhart Tolle 
"Una Nueva Tierra".

14 febrero 2019

SUPERAR LA ADICCIÓN


Una adicción es un comportamiento compulsivo de vieja data y la adicción vive dentro de nosotros casi como una entidad o una personalidad secundaria; un campo de energía que se apodera periódicamente de nosotros por completo. Hasta se apodera de nuestra mente, de la voz mental, la cual, entonces se convierte en la voz de la adicción.

Una adicción es un patrón mental condicionado que surge de un deseo de obtener placer de algún objeto o persona. También es una forma de identificarse con dicho objeto de placer y generar un falso sentido de yo en función de este objeto. Es decir, el yo se identifica con el objeto que le causa placer y surge un sentido de ser alguien en función de ese objeto, por lo que cuanto más tengo este objeto, más se fortalece mi sentido de identidad.
Este patrón mental condicionado puede venir de vidas pasadas o heredarlo del árbol familiar. Todos aquellos patrones mentales condicionados que no se han sanado en nuestros antepasados, van pasando de generación en generación hasta que un miembro de la familia lo haga consciente y lo trascienda. 
Por ejemplo: cuando un miembro de nuestra familia es adicto al alcohol, genera un patrón mental condicionado en el subconsciente que pasará de padres a hijos, siendo lo más probable que uno de los hijos será adicto también al alcohol. Este patrón se rompe cuando el heredero toma consciencia y elige, por tanto, no seguir con el mismo hábito de sus progenitores. 

Las adicciones pueden ser múltiples: al alcohol, al tabaco, a las drogas, al juego, a la comida, sobre todo la procesada, también adicción a una persona, a un objeto, adicción a comprar, adicción al sexo, a la televisión, al celular, a internet, etc. Todo lo que se convierte en un medio para lograr placer en la mente, es adictivo. Y todo objeto del cual el yo busca su sentido de identidad, también acaba siendo adictivo, ya que el yo necesita alimentarse de ese objeto para seguir manteniendo su identidad.

La adicción es una necesidad, un deseo del “yo”, del ego. El ego necesita más de su objeto de adicción porque está totalmente identificado con eso. Es decir, su identidad se establece en función del objeto de la adicción. Él desea y necesita ese objeto en concreto para seguir fortaleciendo su sentido de “yo”, su identidad. 
Cuando el objeto de la adicción empieza a desaparecer, el ego puede empezar a sentirse desesperado por no poder satisfacer el deseo de su adicción. Y esta desesperación se origina porque sin el objeto de deseo, el sentido de “yo”, la identidad, acaba desapareciendo. El sentido de ser alguien, la identidad del ego, empieza a debilitarse y tiende a morirse y la persona se siente como que no es nadie cuando no tiene su objeto de deseo.  

Para poder superar la adicción es necesario ser consciente de que tenemos dicha adicción.
Si estamos identificados con la voz de la mente a causa de nuestra inconsciencia, caeremos en las garras del deseo de la adicción. Pues caer en una adicción concreta es debido a nuestra total inconsciencia.
Si tienes un patrón de comportamiento compulsivo como fumar, comer en exceso, beber, ver televisión, Internet, o cualquier otro, haz lo siguiente: cuando notes que la urgencia de la adicción comienza a manifestarse, para y respira conscientemente tres veces. De esta manera se establece un estado de alerta.
Detente durante unos minutos a observar la urgencia misma y a sentir ese campo de energía en tu interior (sentir la Presencia Yo Soy).
Siente conscientemente la necesidad física o mental de ingerir o consumir una determinada sustancia o el deseo de manifestar el comportamiento compulsivo. Después respira conscientemente otras cuantas veces. Verás que la ansiedad desaparece, al menos transitoriamente. 

Cuando nuestra atención reposa en la Presencia Yo Soy, solo hay "Yo Soy", todo lo demás ha desaparecido. Esto puede durar muy pocos segundos, por tanto, hay que mantener la atención en la Presencia "Yo Soy" el máximo tiempo posible, a fin de que nuestra atención refuerce la Presencia y de esta manera se vaya debilitando el deseo o ansia por ese objeto de la adicción.
Todo depende de donde ponemos nuestra atención: allá donde ponemos la atención, eso crece, se intensifica, y allá donde quitamos la atención, eso acaba desapareciendo. Por tanto, cada vez que surja el deseo o ansia o necesidad de obtener el objeto de placer (la adicción), fija la atención en tu interior, en la Presencia "Yo Soy" y permanece consciente descansando ahí.

No lo conviertas en un problema. Convierte la adicción en parte de tu práctica espiritual de conciencia. A medida que aumentes la conciencia, los patrones adictivos se debilitarán hasta disolverse finalmente.
Recuerda observar los pensamientos que justifican el comportamiento adictivo a medida que van pasando por tu mente. Pregúntate de quién es la voz y te darás cuenta de que la que habla es la adicción. 
Mientras lo sepas, mientras estés presente en calidad de observador de tu mente, es menos probable que ésta logre engañarte para que hagas lo que ella desea.



Eckhart Tolle
Camino al Despertar 
(Imagen: Lee Jeffries)