10 junio 2014

EL ESTADO DE PRESENCIA


Usted no es lo que usted piensa que es.
Usted no puede pensar en la presencia y la mente no puede comprenderla.
Comprender la presencia es estar presente.

Intente un pequeño experimento. Cierre los ojos y dígase a sí mismo: "Me pregunto cuál va a ser mi próximo pensamiento".
Luego póngase muy alerta y espere por el próximo pensamiento. Compórtese como un gato observando la guarida de un ratón.
Mientras esté en un estado de intensa presencia, usted está libre del pensamiento. Usted está quieto y sin embargo muy alerta.
En el instante en que su atención consciente cae por debajo de cierto nivel, el pensamiento se apresura a aparecer. El ruido mental regresa; la quietud se pierde. Usted vuelve al tiempo.

Para probar su grado de presencia, se sabe que algunos maestros de Zen se acercaban sigilosamente a sus estudiantes desde atrás y los golpeaban súbitamente con un bastón.
Si el estudiante estaba completamente presente y en estado de alerta, notaría la llegada del maestro desde atrás y lo detendría o se apartaría. Pero si se dejaba golpear, eso significaba que estaba inmerso en sus pensamientos, es decir ausente, inconsciente.

Para estar presente en la vida diaria, ayuda estar firmemente arraigado en su interior; de otro modo, la mente, que tiene una inercia increíble, lo arrastrará como un río salvaje.
Podría suceder algo en cualquier momento y si usted no está completamente despierto, completamente quieto, presente, se lo perderá.
En este estado, toda su atención está en el Ahora. No queda nada para soñar despierto, pensar, recordar, anticipar. No hay tensión en ella, ni miedo, sólo presencia alerta. Usted está presente con todo su Ser, con cada célula de su cuerpo. 
En este estado, el "yo" que tiene pasado y futuro, la personalidad, el ego, casi que no está.
Sólo ahora usted es verdaderamente usted mismo.

Lo que usted acaba de describir es algo que experimento ocasionalmente durante breves momentos, cuando estoy solo y rodeado por la naturaleza. 

Sí. Los maestros del Zen utilizan la palabra satori para describir un relámpago de comprensión, un momento de no-mente y de presencia total.
Aunque el satori no es una transformación duradera, siéntase agradecido cuando llegue, porque le da a probar la iluminación.
De hecho usted puede haberlo experimentado muchas veces sin saber qué es y sin darse cuenta de su importancia.
Se necesita presencia para ser consciente de la belleza, la majestad, la sacralidad de la naturaleza.
Más allá de la belleza de las formas externas, hay algo más ahí: algo innombrable, algo inefable, una esencia profunda, interior, santa.
Siempre y dondequiera que haya belleza, esta esencia interior resplandece de alguna manera. Sólo se le revela cuando usted está presente.

¿Alguna vez ha escuchado, escuchado verdaderamente, el sonido de una quebrada en el bosque? ¿O el canto de un mirlo en un tranquilo atardecer de verano? Para ser consciente de tales cosas, la mente debe estar quieta.
Usted tiene que dejar por un momento su equipaje personal de problemas, de pasado y de futuro, así como todo su conocimiento; de lo contrario, usted verá sin ver, oirá sin oír. Se requiere su total presencia.

Cuando usted experimentó esos momentos de presencia, usted probablemente no se dio cuenta de que estuvo brevemente en un estado de no-mente. Eso se debe a que la brecha entre ese estado y el flujo interno de pensamiento fue demasiado breve.
Su satori puede haber durado sólo unos segundos antes de que la mente apareciera, pero estuvo ahí; si no, usted no habría experimentado la belleza.
Sin embargo, la verdad es que en el momento en que llegó el pensamiento, todo lo que usted tenía era un recuerdo de ello.

Cuanto más amplia sea la brecha entre la percepción y el pensamiento, más profundidad tiene usted como ser humano, es decir, más consciente es.

Muchas personas son tan prisioneras de sus mentes que la belleza de la naturaleza no existe realmente para ellas. Puede que digan "qué flor tan bonita", pero eso es solamente una etiqueta mental mecánica. Porque no están quietos, presentes, no ven realmente la flor, no sienten su esencia, su santidad. Lo mismo que no se conocen a sí mismos, no sienten su propia esencia, su santidad.

Como vivimos en una cultura tan dominada por la mente, la mayor parte del arte moderno, la arquitectura, la música y la literatura están privadas de belleza, de esencia interior, con muy pocas excepciones. La razón es que las personas que crean este arte, no pueden -ni siquiera por un momento- liberase de sus mentes.
Así que nunca están en contacto con ese lugar donde la verdadera creatividad y belleza surgen.
La mente abandonada a sí misma crea monstruosidades, y no sólo en las galerías de arte. Miren nuestros paisajes urbanos y nuestros desiertos industriales. Ninguna civilización ha producido tanta fealdad.

Eckhart Tolle